lunes, octubre 05, 2009

Buscando mi otra zapatilla

Pensaba que el ir a la sauna el dia anterior me habria preparado física, pero sobre todo psicológicamente para una nueva semana de trabajo, pero no fue asi.
Cuando desperté el lunes por primera vez, entre suenyos con ex-companyeras de colegio renegando de Berlin y locas por ir a Italia y empresas que me despedían con empleados trabajando en banyador, eran las nueve de la manyana. Desperté por un momento pero volví a dormir, obligado por un suenyo que envolvia mi cuerpo y no me dejaba levantarme. Desperté de nuevo pasadas las 10, y en algún momento me levanté finalmente de la cama. La sauna me habia relajado si, despertaba lentamente y desayunaba con calma, pero no habia logrado apaciguar la tormenta de pensamientos autotorturantes que me asaltaban desde el dia anterior.
Quizás habia logrado el calor relajar tan sólo mis musculos y carne, pero habia fracasado en su intento de relajar mi mente. Asi que alli me encontraba de nuevo, un lunes desayunando en mi escritorio pasadas las 10 de la manyana, con frio en la calle y nubes en el cielo y en mis pensamientos. Pero como ya me habia propuesto el dia anterior no iba a dejarme dominar por mis ideas obsesivas, y pensé que aquel lunes era un buen día para comenzar a hacer deporte.
Cargué en mi mochila junto a mis libros, notas y cálculos y todas las publicaciones científicas que paseo a diario entre la universidad y mi casa ropa de parte, una muda, una toalla, gel y mis gigantescas zapatillas de baloncesto ochenteras en azul celeste y blanco. O más bien traté de hacerlo, porque estás últimas no encontraban espacio en mi mochila y tuve que transportarlas en una bolsa roja que enganché de alguna manera al portabultas trasero de mi bici.
El dia era gris y yo atravesaba las avenidas grises de Frankfurt y Bajo los Tilos. Era lo suficientemente tarde para que todos los turistas ya hubiesen tomado las calles, a pesar de comenzar ya la segunda semana de octubre. Tuve que esquivar turistas y rodear la puerta de Brandenburgo aun tomada por los servicios de limpieza y el personal que desmontaba el escenario y la feria montada para la feria de la unidad alemana. De cualquier modo mi mente era de algún modo ajena a todo lo que me rodeaba, entretenida y entregada a su tarea de reconstrucción mental de mi vida, agobiada por la sensación recurrente de no saber hacer otra cosa que perder en asuntos sentimentales. Cuando tan siquiera estos aparecen el horizonte. Pese a tratar de no hacerlo, era incapaz de salir de mi espiral autocompasiva. E irremediablemente volvía al asunto que habia hecho explotar el almacén de insatisfacciones de mi corazón por los aires, la polvora que en forma de saliva, alcohol y cuerpos entrelazados habia esparcido pedazos de mi alegria y autoestima de extremo a extremo de Berlin, desde los bloques clónicos de Marzahn a las villas testigo de la historia junto a Wannsee, mirando unos a Chile y otros a Polonia. Y aunque trate de convencerme de lo contrario, nunca conseguiré reunirlos a todos y hacer que el puzzle sea exactamente igual a como era antes, y en algun momento alguien me encontrará buscando en una esquina de Karshorst los pedazos que el tiempo quiere volver a unir pero la memoria le impide. Lo que nadie me impide es hacer propósitos, como el de esta linea y la siguiente de no volver a escribir sobre el incidente. Aunque el lunes en medio del Tiergarten mi corazón siguieses preguntándose como pudo mi amigo hacerme algo así, y tirando por tierra todas sus explicaciones: si tan claro era para el que yo tenia ese problema, que asumo y afronto, que clase de amigo te abandona ante el, y hace inconscientemente la acción suya que mas podria dolerme en ese momento. Y aunque en un esfuerzo logre entender su falta de atención, como explicar su indiferencia antes las consecuencias, su falta de acción por evitar que nuestra amistad se rompa?
En esos momentos pasaba por encima de una cubierta de protección de cables, y mi bolsa con las zapatillas de basket caia a la tierra aun húmeda. Tras recoger la bolsa me di cuenta de que ya no era la bolsa de las zapatillas sino la de la zapatilla: la zapatilla derecha habia caido en algun momento de mi recorrido. Dudé entre abandonar la zapatilla perdida en medio de Berlin y regresar a una busqueda casi sin esperanza, pero al final decidi enfrentarme a 3 kilómetros de calles asestadas de turistas y mi mal fario. La búsqueda tomó un significado simbólico, el de mi resistencia a la adeversidad y al aceptar el no poder continuar por el camino marcado. Tras dejar atras las calles de bailarines de break dance, Starbucks y ostentosos concesionarios-escaparate de todos los fabricantes de automoviles conocidos, encontré mi zapatilla casi al comienzo de mi ruta, tirada y aparentemente sin rastos de maltrato en una estrecha franja de cesped entre el carril bici y la calzada, en el segudo tramo de la avenida de Frankfurt viniendo desde Alexanderplatz, nada más dejar atras la plaza de Strausberg.
Quizás al final habian ejercido efecto en mi las lecturas acerca de los epicureos y los estoicos, entre entrada y salida de los vapores calientes la noche anterior, pero mi voluntad hacia firme su propósito de ser feliz pese a los inconvenientes. Pese a no lograr liberarme de las ideas que me asaltaban.
Llegué a la universidad pasadas las 12, cuando no había casi nadie, asi que no tuve que dar explicaciones del porque de mi retraso y continué trabajando de alguna manera concentrado hasta llegada la noche, haciendo tan solo la obligada parada para comprarme la ya habitual ensalada para comer frente al ordenador. La noche y Tunc me esperaban a la salida del trabajo. Como era de esperar un nuevo inconveniente me esperaba, ya que el grupo con el que pretendiamos jugar al basket no lo hace los lunes por la noche como yo pensaba, sino los martes, como recordé solo después de una llamada telefónica a Danititotiro. Asi que me despedí de nuevo de Tunc sin haber jugado a baloncesto, pero al menos hice algo de deporte de vuelta a casa, pedaleando con mi bicicleta aun sin luces desde Moabit hasta Friedrichshain, en una ruta similar a la vuelta del dia anterior, que traté de hacer diferente por evitar la rutina, cruzando asi de nuevo calles para mi aun casidesconocidas entre el Mitte gubernamental y el festivo, en zonas donde no sabria decir que clase de gente vive, en una combinación extranya de edificios socialistas y pre-guerra, supermercados clásicos y tiendas hip. Bio-discounts, galerias de arte y videoclubs para entendidos, hasta pasar de nuevo por delante de mi querido Kaffe Burguer y regresar a territorio soberano.
En casa vi las noticias alemanas, las espanyolas y un par de capítulos de heroes antes de volver a dormir.
El martes por alguna razón que no sabria explicar, quizás por los caprichos de mi ánimo, volvia a sentirme bien. Fui a trabajar como acostumbro pasadas las 10, y entre programa y programa en el trabajo pensaba en como continuar mi vida y encontrar mi metáforica zapatilla perdida una vez hallada la real. Hablaba con mis companyeros y con J, y decidiamos salir a comprar el una guitarra eléctrica y yo una nueva lampara para mi bicicleta. Nos encontamos a las 19h en Alexanderplatz, que envuelta en niebla y de noche transmitia una inexplicable belleza. De allí fuimos a Prenzlauer Berg, el barrio que hace meses que no piso pese a ser mi preferido para el otonyo. Quizás deberia volver a hacerlo ahora. Su tienda de guitarras estaba cerrada, pero yo encontré al fin la lampara para mi bicicleta. Tomamos un perrito en la calle y luego pasamos una tarde perdida de esas que extranyaba en uno de los bares que frecuentaba cuando aun era un pseduoerasmus que salia con erasmus por Berlin. J me propuso proseguir la noche en Neukölln frente a un par de cervezas, pero de pronto, comenzo a dolerme la cabeza y a sentir solo ganas de volver a casa encender una pantalla y embobarme hasta dormir.
Con todo el dolor que siento cuando noto que mi cuerpo envejece y el cansancio me hace cada vez mas mella, di esquinazo a J en Alexanderplatz, me dirigí hacia Friedrichshain, me compré un Döner con una carga extra de carne, me senté frente al sofa de mi casa y cerré los ojos. El cansancio no me abandonaba, y J me escribia por internet tratando de convencerme para salir. Le ignoraba, terminaba mi Döner y los capítulos de Heroes que me quedaban de ver de la tercera temporada de Heroes. Motivado por la epicidad y los buenos sentimientos clásicos en el comic americano que adoraba y aun gusto de devorar, me fui a dormir y a esperar que mi cansancio pasase.
El miercoles, dia siguiente todo volvió a funcionar con normalidad. La unica extranya y característica de la semana eran mis despertares entre desconcertantes suenyos. Las habituales sesiones de charla de los miércoles hacian pasar el dia mas ameno, y comía aun al aire libre con Detlef y una estudiante francesa. Terminada la jornada, ya de vuelta en casa, el cansancio volvia a hacer mella en mi. Mentalmente sin embargo seguia con ganas de hacer cosas. Me echaba una minisiesta ya casi de noche y me ponia a la tarea de reparar mi bicicleta, después de haberle dado un rato a la bateria y haber perdido el tiempo con chats y fotos por internet. Pasada la media noche terminaba de reparar (o al menos hacer operable) mi bicicleta. Tomaba una pizza de medianoche en la abarratoda pizzeria 24h de la Simon Dach, y me acostaba de nuevo inquieto después de haber visto durante la cena un documental sobre los alemanes y sus costumbres sexuales.
El jueves llegó sin la resaca que acostumbra a acompanyar a los miercoles que salgo, y en parte me sentó bien. Fui al curro, trabaje y volví. En casa no habia nadie, y yo seguia sintiéndome de algun modo cansado, asi que llegué a casa ya con un kebab en la mano dispuesto a cerrar la puerta al mundo. Encendí la tele, dispuesto a pasar el resto de la noche ajeno a todo. Me entregué al cine alemán mas sencillo y sincero. Sincero y comercial, pero sin pretensiones, lo que necesitaba en una semana donde hasta mi mente queria descansar. Dicen en aleman que el placer de ver las desgracias ajenas es uno de los mas grandes, y yo odio esta frase. Sin embargo no puedo negar que es a veces reconfortante de vez en cuando que uno no esta solo en las miserias humanas, que todos somos en el fondo un poco tontos del culo (Vollidioten).
Y si se que es una peli comercial y un actor detestado por muchos aqui en Alemania, pero consiguio por fin que me acostase con una sonrisa en los labios.

escuchando-> PJ Harvey, Badmouth
leyendo-> ecuaciones y ecuaciones