miércoles, noviembre 14, 2007

En el pais de la recta

El lunes, como viene indicado en los manuales de instrucciones de ese día, despierto medio dormido, y tras pedalear los 10 minutos que alejan mi nuevo piso de la oficina, descubro que Espanya perdió con Rusia la final del Eurobasket de baloncesto. Sorpresa poco agradable pero que no me trastorna: el lunes siempre cuesta comenzar a trabajar. Después de hojear por medio de internet todos los resultados del campeonato, comienzo a mitad de manyana al final mi jornada laboral. Es un dia de sol espléndido, y eso parece recargarme brevemente las pilas. Cómo viene pasando los lunes últimamente, hacemos una excursion para engullir un Döner Kebab sentados en los banques del pequenyo paseo parque frente a nuestra fábrica. De vuelta al trabajo, descubro que la escena Hip-Hop de mi ciudad comienza a tener eco en Espanya al Nikoh y el Cres, y que mi vecino está metido de lleno en el ajo. Me alegro por el, y de poder saber de el a tantos kilómetros de distancia. A las 17h, cuando comenzaba al fin mi lento motor a transformar mi tiempo sentado en rendimiento para mi empresa, aparece Dirk con prisa de una reunión requiriéndome para ayudarle a recoger su nueva lavadora. Gustosamente lo hago, y voy con él a Expert, de allí a su casa y tras una breve merienda a la Universidad Popular, aunque para cuanndo llego a este último lugar las oficinas ya están cerradas así que no puedo inscribirme en el curso que quería. Recojo mi bici abandonada en el parquing de mi empresa, compro y regreso a casa. Al fin, doy por concluido el adecentamiento de mi dormitorio, y traslado mi escaso mobiliario del salón a mi nueva habitación. Limpiarla con una aspiradora de los anyos 70 me agota aún un poco más. Trato de ser un poco productivo frente al ordenador, pero es tarea perdida. Devoro parte de los restos de embutido ibérico que Isaak trajo de Espanya y me echo a dormir.

El martes me levanto de nuevo medio cansado de nuevo, y aún no consigo explicar el porqué. En el trabajo aunque consigo avanzar poco a poco, me siento medio mareado, cómo enfermo. Gracias al aire, salir a una calle torturada por los coches y caminar hasta el restaurante de los cerdos para hacer mi comida puntual de las 12 me sienta de puta madre. Sobre los techos de la fábrica hay un cielo azul cojonudo aunque el tiempo es ya frio, y las camisetas solo se dejan ser vistas dentro de la oficina. En el Schweinestahl había un gulasch con setas y bola de patata muy rico. Después de comer y volver a los cálculos me lio, y el dolor vuelve a exigir un sitio en mi cabeza. Dirk me convence y voy con el de nuevo a otra tienda de muebles en Neubrandenburg. Debe ser la cuarta que visito al menos. El lleva un par más en su cuenta. Veo todo el muestrario dos o tres veces, casi me duermo, el dolor de cabeza no se va y Dirk se pasa hora y media planificando una nueva cocina potencial. Me deja en el centro de la ciudad, y entre el supermercado y el ascensor de mi casa vuelvo a reflexionar sobre los alemanes y su amor por la línea recta. Sin duda alguna es algo que define su arquitectura, sus horarios y su mentalidad de trabajo. Por eso todo les sale bien, porque nunca se salen al pintar el dibujo, nunca abandonan la linea que el tiempo les marca y hacen llegar el tornillo hasta el punto marcado.

Incluso el sonido debe ser limpio, sin interferencias, todo claro y conciso. Y cómo máxima expresión de su aprecio por la definición y la claridad, su amor por el silencio. A esta razón quizás se deba el exito arrasador de Depecho Mode, una banda que cantaba al placer del silencio. Y sin duda alguna para muchos, en este pais de la linea recta, el silencio es un gozo.

Silencio me encuentro al llegar a casa, pero en mi, este silencio tan completo solo genera una sensación de extranyeza y vacío. Comienzo a pensar en mis amigos, los que quedan en Alicante y en Berlín: quizás porque cuando ellos se están el silencio se esconde detrás de alguna esquina. Leo envuelto en mi silencio la agenda cultural de Neubrandenburg y cuando hastiado del silencio voy a poner musica en mi portatil para terminar de traducir un texto pendiente, encuentro entre los cds de música uno con archivos antiguos y me olvido del presente entre mi proyecto y asignaturas de mis estudios en Espanya hace anyos. Al final cuando ceno ha pasado la media noche, y al apagar todas las luces y cerrar todos los archivos es la la 1:30 y canciones de Juniper Moon han venido a mi cabeza.

El miércoles pese a la falta de suenyo despierto solo algo mas tarde de lo habitual. Camino al curro, y el miércoles es un día seco. Mucho y poco provecho en el curro por rachas, pero termina siendo un día muy largo, saliendo de la oficina cuando ya no queda sol habiendo utilizado el despacho para alguna traducción privada.Me he vuelto a dar de alta en el Last.fm y he descubierto un grupo espanyol que me gusta bastante y que se llama Triángulo de Amor Bizarro. Vuelvo a llegar tarde a la pachanga de Basket, pero el ambiente vuelve a ser genial. Aparte de la mezcla heterogenea de alemanes jovenes y canosos, hay un calviblanco muy simpático que se llama Valeri y vino a Neubrandenburg desde la URSS. Con los rusos que conzoco creo que me pasa como con los frances, o los amo o no puedo soportarlos.

De vuelta en casa ceno una morcilla casi caducada mezclada con una tortilla de huevos viejos escuchando historias de terror en Vallecas para no sentirme solo. De vuelta a mi cama de aire al final del día, termino al fin con la traducción que me quita el suenyo esta semana. Vuelve a pasar la media noche pero cansado, duermo bien.

El jueves por fin me siento realmente productivo y con ganas de trabajar, pero una fuerza inconsciente me arrastra a perder toda la manyana leyendo opiniones de alemanes sobre el eurobasket. Y casi todos unidos por su antipatia al equipo espanyol de baloncesto. Un extranyo sentimiento al que no quisiera llamar patriótico me invade, y me siento indignado por lo que me parecen prejuicios falsos aunque en parte fundados, y un resentimiento que me pareció ya haber hace más de 12 meses. Con la comida en la cantina, un ligero plato de pasta con patatas, ingiero también todos estos sentimientos tan absurdos y poco productivos, y de vuelta al trabajo termino provechosamente la jornada laboral. Después subo a la bici y recorro algunos territorios indómitos de Neubrandenburg, perdidos por alguna carretera de salida, con edificios abandonas y carreteras vacías, como las postales que el cine nos quiere vender de todas las ciudades que fueron parte del bloque comunista.

De vuelta en casa, siento el alivio de no tener mas obligaciones, leo un poco las sabias palabras de Palahniuk y me acuesto.

Hoy terminó la semana. Y lo hice contento porque al final avancé con mi trabajo. Las horas perdidas en internet en asuntos no laborales no llegaron a formar el plural, y pude terminar aunque de nuevo el último, antes de lo previsto. Y asi aprovechar para hacer una nueva excursión en bici, esta vez hacia el sur de la ciudad, pegando al lado Tollense. Aquí la ciudad se hace mas amable y se abraza a un lado del agua y al otro del bosque.

Sentado frente a las aguas de Tollensee y quitándome los mosquitos pegados durante el viaje en bici he descubierto que clase de silencio me gusta: el silencio de voces y gritos, de palabras y textos. Pero aún presente la rama movida por el viento, el aletear del pájaro y el motor lejano de la carretera. El silencio absoluto me hace olvidar la vida.

Regresé a casa para escribir y lo he hecho. Ah, hoy comí pollo albardado en el asiático frente a mi casa.

Escuchando = Mars Volta, The Widow

Leyendo = C. Palahnuik, Hunted