domingo, enero 09, 2011

2011: capítulo de vuelta

El 2011 no lo comencé en la ciudad donde transcurren la mayor parte de las historias que aquí relato. Tampoco comenzó mi anyo en este pais en el que habito y no es el mio, ni tampoco en el pais donde naci, creci y/o viví mis primeros anyos. Por no comenzarlo en un lugar conocido, ni siquiera se con certeza si lo comencé dentro de mi.
Las ultimas horas del 2010 me encontraron de viaje: mi cuerpo junto con el de mis amigos alicantinos por las calles de la capital de un pais vecino a este en el que vivo la mayor parte del tiempo. Mi mente en estado de espera y mi conciencia haciendo turismo por dimensiones oscuras y llenas de peligros tras las paredes, a las que llegué facturando mi billete con sabor a limón.
No es este el lugar para relatar los detalles de viajes a otros paises u otras realidades, baste decir que el domingo dia 2, después de agujeros en el agua con cantantes negros sexagenarios, conspiraciones romanas entre estechísimas calles atestadas de prostíbulos y confabulaciones y celebraciones en una habitación de hotel, un tren transportaba mi cuerpo de vuelta a alemania y mi mente trataba de aterrizar del incidentado y agotador viaje, escuchando música y otras voces en mi lengua materna. Dejaba atras un invierno suave y de deshielo, una ciudad de calles recorridas por feminas de piernas largas y largas melenas rubias cabalgando sobre bicicletas y otros visitantes como yo perdidos entre dimensiones impares y agujeros de luces luminosas que daban acceso a otros agujeros de placer. El traqueteo me despertaba a ratos o me llevaba de nuevo a un suave trance mientras dejabamos atras campos nevados y al tren subian cada vez mas personas con rictus serio y abrigadas hasta las orejas.
Llegué a la estación central entrada la ultima media hora del fin de semana, y abria la puerta de casa cuando el domingo tocaba a su fin. No recuerdo si comi algo o no, de cualquier modo parecia carecer de apetito y tenia pocas ganas de conversar con nadie. Debi ver a alguno de mis companyeros y saludarle, mencionarle lo agotador de mi viaje y cerrar la puerta tras de mi para entrar a mi habitación, con el suelo cubierto de confetti y cintas decorando los techos, restos de una colorida celebración de fin de anyo.
El lunes desperté y me di cuenta de que aunque mi mente poco a poco volvia a su estado operativo, esta se percataba de que el embotamiento de cabeza no era solamente fruto de la autosugestión, y que mi cuerpo tambien sufria algun tipo de disfunción. Avisado mi empleador de mi falta por enfermedad, regresé a la cama a tratar de crear las condiciones adecuadas para que mi cuerpo venciese en su batalla al virus que le invadia, y que mi mente alcanzase la lucidez necesaria para poder comandar a mi cuerpo. Mientras tanto, en unas horas sumidas entre suenyo, música y otras voces amigas, disfrutaba al fin de una cama en una habitación sin humo y sin virus, sin risas ni chistes, liberando al fin mi cuerpo de tensiones sexuales acumuladas durante cinco dias de estados alterados de conciencia, deshidrataciones y otros efectos fisicos asociados con el alcohol y reclamos y tentaciones sexuales por todas partes en las que en parte no quise caer y por otro lado no supe dirigir hacia mi provecho.
Y llegaban mis primeras reflexiones, mis nuevos propósitos para una nueva etapa, mas sana, mas controlada, y sobre todo dirigida por mi. Debido a que mi cabeza aun no era capaz de tratar estrategias definidas para lograr mis propósitos en esta nuevo capítulo esbocé al menos un propósito: tomar las riendas de mi vida y no dejar mas pasar el tiempo entre obligaciones semanales y evasiones ociosas de fin de semana, que aun siendo agradables dejan pasar el tiempo como un viaje en una linear circular de metro en la que paso y una otra vez por la misma estación.
Entre reflexiones y suenyos llegó el martes y pese a mis propósitos no podia dejar de desatender mis obligaciones (al menos con el que me paga) y sali de casa rumbo a mi despacho. Alli con ritmo lento aun postvacacional despaché las tareas mas urgentes y comencé a trabajar y hacer planes para la semana. Como siempre antes de darme tiempo a darme cuenta el dia habia llegado a su fin, y tenia tareas pendientes para el resto de la semana, un dolor de cabeza que no me abandonaba y dolor en muchas partes de mi cuerpo aun convalecientes del desconocido virus. El embotamiento de cabeza al menos me abandonaba lentamente. Pasé por el supermercado y compre los alimentos mas urgentes. Luego en casa, Stefan me sorprendio con una de sus maravillosas cenas, y traicione un poco mis planes bebiendome una birra y los restos del guisqui guardados en la petaca. Volvi a la cama a descansar no sin antes afeitarme completamente por primera vez en meses: entre mis propósitos el de darle la cara (en todos los sentidos) a la vida.
Desperté el miercoles destrozado de cansancio pero con el deber de ir al puesto de trabajo, al que llegué tarde entre las sonrisas de los companyeros. La manyana paso a saltos de un lugar a otro, cruzando las calles nevadas, dando informes y con un cuerpo incapaz aun de sentir la temperatura ambiente. Termine con mas obligaciones para los dos dias siguientes pero con la sensación de que en el trabajo las cosas mejoraban ligeramente, se aclaraban las tareas y me deshacia un poco de la presión y enfado autogenerados a lo largo del dia. En casa veia como el Athletic casi lograba ganar al Barcelona y comparaba la pizza congelada del Kaiser con la hecha a mano por F, y terminaba la noche mas tarde de lo esperado tomando una birra y discutiendo sobre gramática alemana.
El jueves parecia que mi cuerpo por fin sentia la temperatura externa, que no era muy baja. El problema fue que entonces comenzo a llover un agua a punto de congelacion que convirtio la ciudad en una pista de patinaje improvisada y mortifera. Sobrevivi tanto al camino al curro como a la jornada de trabajo. Este parecia finalmente seguir avanzando en la dirección correcta, pero me dejaba al final de la jornada de nuevo con el cuerpo cansado aun bajo los efectos del virus, y sin tiempo para descansar antes de proponerme otra actividad.
Asi que llegue a casa y me tumbe a descansar. La cabeza seguia doliendome, asi que no fue un descanso real, que se interrumpio cuando comencé a sentir hambre y cansado sali a comer un plato de comida oriental. Por consejo (o casi mejor dicho desconsejo de la alternativa) de una de mis companyeras de piso decidi cambiar de suministrador habitual de comida asiatica. El nuevo suministrador no fue satisfactorio: quizás fue la eleccion del pato y la extranya salsa de naranja, pero tuve que recurrir al dulce para quitarme el sabor de boca de la cena. Con el hambre saciada y sin el sabor del supuesto pato en la boca me acoste, pero no logré dormirme temprano porque sufri un ataque de curiosidad y decidi actualizar mi oido a la musica que se genera en la peninsula. Claro esta que me acosté tarde. Evidente que seguia medio enfermo. Consecuencia lógica el cansancio acumulado con el que desperté al dia siguiente.



escuchando-> Havalina, desierto
leyendo-> Una biografia de Franco interrumpida por el viaje de vuelta