domingo, abril 27, 2014

Regreso a la ciudad

Publicado 4 meses después de haber sido escrito.

Regresé a la ciudad el jueves por la noche. Esta vez queria comenzar el anyo con energia y fuerza, pisar el despacho el lunes con ganas de permanecer en él y sin nostalgias.
Llegaba muy tarde y de noche. No lo esperaba, pero en el vuelo coincidí con una amiga, que aunque sentada dos filas por delante de la mia, me dejó un libro con el que entretenerme durante el vuelo. Ya en tierra y despedida mi amiga, terminaba de empaparme con la teoria del King Kong según la explica una ex-punk francesa, y salia a la calle con unas temperaturas mas propias de octubre que de diciembre.
Pese a ello la ciudad seguia aletargada, aun dormida, o encerrada en sus clubes donde la gente aún festejaba la entrada del anyo. Los restos de canyones de polvora, matasuegras y serpentinas yacían donde debia hacerlo la nieve, y tras abrir el portal de entrada, un intenso olor a orina me daba la bienvenida a mi edificio.
Un rastro cómo aquel de pulgarcito con el pan pero a base de confetti marcaba la entrada a mi puerta, pero al llegar por fin a mi morada y tras los saludos de rigor, mis companyeros me indicaban que el rastro era enganyoso y creado por los vecinos.
Sobre la mesa de la cocina restos de comida y bebida, sobre las sillas Fabi ojeroso y Susanne relajada. También estaba Bernardo, del que tuve tiempo de despedirme y dejar que me contase cómo habia sido su fin de anyo por Berlin mientras se alojaba en mis aposentos. Tomé una cerveza y engullí un poco de chocolate, y una o dos horas pasada la madrugada me acosté al fin en mi cama, aunque compartiendo la habitación de nuevo.
Los movimientos de mi invitado por la habitación me despertaron un par de horas después, pero no me inquietaron tanto como para llegar a abrir los ojos, y cuando al fin lo hice, pasadas varias horas más después de haberme dormido nuevo, estaba solo en la habitación y tras las cortinas parecia advertirse, que el sol, o la parte de él que podemos disitinguir en estas latitudes en estas fechas, brillaba a la mayor altura autorizada.
Me quedé sin embargo en la cama. Tenia el cuerpo cansado, como si no hubiese dormido nada, como si de pronto una resaca de todos los dias de vacaciones bajo el sol de invierno alicantino se apoderase de mi, cómo, en resumen, ocurre, cada vez que regreso de viaje. Pero para ello habia vuelto antes esta vez, pensé, para experimentar la resaca sin prisa y con tiempo por delante. No me preocupé. Vi series y leí, me desperté al fin y comí algo, encontré panes congelados y helado, restos de paté y pesto en la navera. Junto con restos de pasta cocida que agonizaban de frio pegándose entre ellos sobre una cazuela en la cocina y las viandas ibéricas lácteas y porcinas encontradas en Madrid, me alimenté discontinuamente mientras pasaba la tarde. La noche llegó casi sin enterarme, entre series y biografias feministas, recetas de cocina y paseos por los mapas digitales sobre el recuerdo de mis paseos vacacionales.
Antes de meterme en la cama para dormir de forma mas continuada engullí una ficción mas larga y desconocida, una trama americana sobre ciencia y religión, poder con eruditos catedráticos y héroes de acción al tiempo, que me cerró los ojos y despertó la curiosidad.
Desperté al dia siguiente no sin antes haber entendido en mi vigilia el procedimiento para elegir Papa y la organización y jerarquia eclesiásistica. Mis leganyas del sábado pegaban menos mis ojos que las del viernes, y tras la ficción que al dia corresponde levanté al fin con energia, ordené el cuarto, limpié la cocina y pasé la aspiradora. Mi habitación parecia más saludable y con menos polvo, pero el hambre me podia. Después de releer recetas anoté lo que necesitaba comprar sin falta y asalté la calle. Una hora mas tarde y recorridas todas las calles conocidas del calendario de mi barrio volvia a hacer mi desayuno-comida.
Después dormí un poco la siesta. Queria haber hecho algo productivo, practicado mi destreza con la bateria, reiniciado mi batalla con el doctorado o escrito algunas lineas que concluir, pero al fin me perdí buscando libros con los que cargar mi lector digital y pasada la siesta volvió la oscuridad. Aunque aún con tiempo y un dia por delante volvia a sentir el cosquilleo de la inquietud ante mi incapacidad de trabajar de forma voluntaria, ante mi devoción por el ocio, mi afición a la procrestinación y mi absoluta falta de motivación para volver al trabajo. Pensé que la mejor forma de terminar con la inquietud era con el calor de la sauna, y crucé Berlin libro en mano para dejar resbalar mis obsesiones.
Todo fue muy bién, pero llegó la hora de salir y yo no queria salir de aquel pais cerrado de calor y agua sin otra opción que la relajación, la lectura y el suenyo. Volvia a casa pero no queria dormir. De prontó mi mente tomo una decisión espontánea, que me pareció acertada dada mi inquietud. Me acerqué a un conocido club famoso por sus noches hedonistas, pero amablemente me denegaron la entrada por carecer de atuendo adecuado y/o companyia femenina. Así que regresé a casa pero seguia inquieto. Bebí por error un refresco con cafeina, y no logré dormir hasta las seis de la manyana, perdido en ocios y viajes mentales.
Desperté el domingo aún inquieto, al mediodia, y abri las cortinas rápidamente para tratar de ocupar los desvios de mi mente con actividad. Tras dudas, reflexiones y otras actividades mentales que me incapacitaban para el desarrollo de cualquier tarea intelectual o ingenieril, me puse manos a la obra en la cocina.
Comencé a amasar una masa de harina, levadura y leche de soja mientras mi mente se enredaba en encontrar relaciones entre la navidad, la familia, la moralidad, el cristianismo, la sexualidad, la sociedad, el individuo y la companyia, y porque todas estas ideas me importaban mucho más en aquel momento que cualquier algoritmo o ecuación con el que mejorar el rendimiento de una máquina que no necesitaba en ese momento.
Un par de horas después tres fermentos y sus consecuentes esperas, dos amasados, un pincelado y un hornado más tarde, un reluciente y aromático roscón de reyes descansaba sobre la mesa de mi cocina.