jueves, abril 12, 2012

Dias extranyos (II, interpelación a mi mismo)

Desperté el lunes (perdón, fue el martes) algo mas tarde de lo planeado pero aun con tiempo para llegar a la universidad con tiempo para preparar la reunión planeada para el dia. Después de la reunión aun tuve otras muchas cosas que hacer y mensajes que escribir, asi que el dia pasó bien rapidamente y sin apenas dejarme tiempo de pensar en muchas otras cosas, aunque el malestar se habia aduenyado de mi. Regresé a casa algo mas temprano de lo habitual, pues no me sentia bien y no me agrada trabajar asi. En el viaje de ida hacia el oeste habia estado leyendo en el metro un libro que me regalaron por mi cumpleanyos y que me sorprendia positivamente, pero a la vuelta y de regreso al este cualquier deseo de leer se habia alejado de mi. Volvia a casa reflexivo y cansado, algo no sabria decir el que, no me gustaba.
Llegué a casa y quise tumbarme a descansar un rato, pero cometí mi error mas habitual y encendí el ordenador y lei algunas noticias, no recuerdo cuales, y vio fotos de amigos, y otras resenyas, que si recuerdo, acerca de otros amigos y conocidos. Mi malestar comenzó a crear una historia, un motivo, y lentamente tomo cuerpo y se concretó en algo, en un sentimiento de deshazon, de desencanto ante el paso del tiempo. Parecia que de pronto me molestase mi edad, mis 32 anyos de cumplida existencia, o quizás el desequilibrado balance que veia entre ellos y mis expectativas vitales. Me sentia incómodo e insatisfecho, y trataba de encontrar una razón a mi descontento, al porque del paso del tiempo sin notar cambio alguno. Me preguntaba porque el tiempo no se paraba cuando yo no estaba por seguir su ritmo, por qué tenia que seguir cumpliendo anyos cuando no me apetecia, cuando queria pedir un tiempo muerto, descansar, hacer una excursión a los veranos de mi infancia donde nada pasaba y no importaba, cuando el hacerse mayor no exigia que llevases a cabo tus suenyo.
Me senté sobre la cama y me interpelé a mi mismo, y busque las razones que tenia para sentirme asi.
Me di cuenta de que mi doctorado no avanzaba desde que volvi de la India: primero por sentirme obligado a cumplir en un trabajo que no me gratificaba ni personal ni profesionalmente, y después, cuando este trabajo llego a su fin, por la necesidad de continuar con otro, y no poder mostrar un bagaje de meritos al haber pasado meses haciendo un trabajo que no me gustaba y del que apenas tenia que mostrar. Luego llegaron la calma, el cine, la nieve y los placeres efímeros. Esa cadena de momentos que se vienen enlazando desde mitad de febrero, y que en parte elegidos por mi, en parte forzados por las consecuencias o la amistad y en grado final desencadenados por un desconcertante estado de salud han dejado mi trabajo en un lugar secundario el ultimo par de meses. Nada grave, me dije, de no ser por la implacable vigilancia del paso del tiempo, y las repercusiones de este en la edad de los hijos de mis amigos y el encanecimiento lento de nuestras barbas.
Sali a cenar los restos de la ensalada con un libro sobre alimentación para dejar un rato mi caverna de soledad y banalizar con mis companyeros de piso y dejar pasar las ultimas horas del dia sobre la mesa de la cocina. Stefan hizo pollo con arroz y sació mi sed hasta que se hizo tarde.
Me acosté la noche del martes satisfecho y convencido de mi propósito de enfrentarme al paso del tiempo y seguir a mi ritmo y mi estilo el nado sobre sus aguas sin dejar que me lleve la corriente: hacer el muerto en la playa me gusta demasiado, pero el sol comienza a ponerse y es hora de salir antes que haya desaparecido la toalla.
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