viernes, noviembre 02, 2012

Hablando en serio sobre el Ron antes de un domingo ibérico

La segunda minisemana, o subsemana de la primera semana de octubre, que comenzaba el jueves 4 tras la pausa debida a la conmemoración de la unidad alemana  (dia que terminó tras viajes en bici, cementerios y lecturas en el parque con el visionado de la ultima película popular acerca del nazismo) fue buena: es curioso, porque generalmente suele asociarse lo maxi con alguno positivo y lo mini con algo negativo, pero en este caso y aplicado a mi, la minisemana siempre se disfruta. Quizás se deba a asociar los conceptos mini (poco) y trabajo, aunque el concepto minitrabajo en Alemania es algo distinto y casi siempre visto como algo no bueno, pero ese es otro cuento... En el mio el jueves fue un buen dia de relajado trabajo, culminado con un paseo en bicicleta de vuelta a casa y una cena a base de falafel y conversación con mis companyeros alemanes de piso.
Y asi se llega al ultimo dia de la minisemana laboral.
El viernes fue similar al dia anterior: en una minisemana aun no siendo ejemplar mi ética de trabajo me parecia poco honroso tomarme el segundo dia de dos para asuntos propios en casa. Aunque el otonyo se desperezaba la temperatura era agradable y paseé de nuevo en bicileta hasta mi oficina, donde laboré hasta que entró la noche. De aquella jornada solo recuerdo el final, cuando el ultimo companyero en nuestra planta se despedia y me sorprendia  buscando en internet el modo mas adecuado para preparar un osobucco de ternera comprado el dia anterior.
Regresé en bici a casa pensando en el mejor modo de cocinar, aunque ya habia encontrado favorito: una salsa en base a verdura (puerro?) y que solo requeria dos horas de mi paciencia, en lugar de las fabulosas alternativas barajadas de 6 y 8 horas de cocción. Preparé unas patatas para acompanyar y una cerveza de trigo. Se hizo tarde pero mereció la pena: pasadas las 10 disfrutaba de mi comida y bebida, mientras los cohabitantes de mi casa se disponian a salir. Con el estomago lleno y el espíritu sereno me encamé conmigo mismo pasada la media noche.
Al dia siguiente tuve que llevar el traje a la tintoreria. Creo que es la primera vez que lo hacia desde que lo compré, hace ya más de siete anyos. Aunque no lo use más de 2 veces al anyo y mi madre posiblemente lo haya lavado en alguna ocasión, seguramente esta haya que buscarla pasadas mas de media centena de meses. Queria hacer algo más en aquel sábado sin resaca, pero tras el desayuno el reloj nos senyaló el camino de salida de la casa, a Susanne y a mi. A Susanne hacia aproximadamente un anyo le habia entregado un  folleto anunciando el I festival del ron de Alemania. Unas semanas después, aun con Pedro cohabitando mi casa volvió entusiasmada, y Pedro y yo prometimos visitarlo el anyo siguente. Aquel sabado, en el que se celebraba la II edición del festival, Pedro tenia visita materna, y mi otro companyero habitual de jornadas ebriofestivas preparaba su boda en el sur de Europa. Así que en el UBahn camino a una nave escondida en algún rincón de Kreuzberg, solo era yo el que preguntaba a Susanne que esperar del dia.
El dia, la jornada, la tarde o como quiera denominarse al periodo de tiempo entre las 14 y 20 horas que pasamos en la pequenya feria de muestras superaron con creces mis expectativas.  Aprendí mucho del ron en las dos pequenyas salas donde conferenciantes animaban a los asistentes a degustar los rones de las islas Mauricio o a entender el porqué del sabor único del Pampero y su proceso de elaboración. Conocimos a dos amigos polacos, barman y amantes de la mezcla líquida, cuando visitabamos un polizonte stand dque compartian un preparador de esencias naturales y un importador de Cachacas Premium; también al joven represante en Europa de una de los productores más importantes de Mauricio (que comercializan un ron de 75°C), la nueva marca de Ron basada en la imagen del Sr. Jeremy, rones de paises que no podría situar en un mapa, a un cowboy americano que dirige una marca de rones y a un grupo de holandeses que traen ron y chocolate (increiblemente adictivo) en barco velero desde Santo Domingo y un buen punyado de cosas que han quedado difuminadas entre efluvios de licor de canya. Lógico, si aparte de un par de centilitros del ron de gradación orujera, anyadimos un par de decenas mas de todo tipo de rones, un aceptable cóctel con naranja natural y Havana Club y uno excelente a base de Blue Mauritius, cardamomo, zumo de limón y mas sustancias secretas. Lógico y autoevidente también que saliésemos del recinto con una gran sonrisa en la cara, abrazados a los polacos y encaminados a un bar cercano donde un amigo de S. musicaba la velada.
Los polacos nos dejaron al poco tiempo, pues volvian al dia siguiente a seguir conociendo la ciencia del ron. Mi amiga queria seguir alli, pero yo corria riesgo de narcolepsia y realicé una llamada a una amiga que no respondió. Cené un hojaldre al estilo turco relleno de espinacas bajo el andén de una estación de metro en las alturas, a la que subí y dije adios a la noche. Bajé en la ultima parada y caminé los 600 metros que me separaban de la posición horizontal.
Creo que hacia mucho tiempo que no me acostaba antes de la media noche un sábado, pero no por ello conseguí despertar antes de las 10 del domingo. Mis otros dos companyeros en la cocina ya estaban despiertos cuando salia, y Fau me convenció para salir al mercadillo a buscar un regalo para nuestra amigo turco a punto de entrar en la treintena la semana siguiente. De paseo de domingo gris encontramos una camiseta adecuada a nuestro propósito, y yo compré una mermelada de ciruela casera para desayunar que parecia tener buen aspecto. Volvimos a casa pasado no mucho tiempo, y haciendo lo de siempre enseguida se me hizo la hora de partir a casa de Pedro para preparar paella. Por caprichos de la selectividad de mi memoria, tras parar en el supermercado en la estación del este hube de volver a mi vivienda, donde preparaban gofres, para recoger algo que olvidaba. Aun así llegué antes a casa de nuestro cocinero que el, y tuve tiempo de entretenerme hablando con algunos companyeros suyos. A causa del retraso del jefe de cocina la preparación del arroz se retrasó mas de una hora, y yo tuve que salir de la casa con tan solo unas buenas muestras de embutido en el buche si queria llegar no muy tarde a la segunda cita de la tarde.
Aun en Kreuzberg pero casi llegando a Mitte me esperaba una representación mas pequenya de lo esperado del grupo ibérico que por alli habita, y que contemplaba ya la segunda parte del clásico balompédico para el que se me habia citado. Hablando del tiempo que hacia que no veia a aquella gente apenas me apercibí del acontecer de un partido que terminaba en empate y que no merecia que me hubiese perdido una paella por verlo. Sin embargo ver a mi amiga Bego y al resto si que lo justificaban, y dado que ellos tambien tenian restos de cena con los que calmar mi hambre, el domingo terminó también de forma satisfactoria. Comenzaba a sentirse el frio al pedalear de vuelta a casa, y Bego y yo nos prometiamos una cena de veteranos a no mucho tardar, y Berlin comenzaba a mostrar su cara otonyal de domingo noche.