domingo, noviembre 25, 2012

Atunes, terneras, católicos, israelies

Era lunes y 12 y el mes era Noviembre. Teniamos cómo así habíamos decidido un par de semanas atrás la reunión del trabajo pasado el mediodia. Y cómo cada lunes me habia despertado muy cansado. La transición del horario de fin de semana al horario laboral es un asunto que aún tengo pendiente. 
No recuerdo lo que hice en el trabajo, solo que estaba cansado y tenia que arreglar un montón de pequenyos programas que no funcionaba como debian. Y que estaba cansado. Al cruzarme con un estudiante que tiene confianza conmigo recalcó mi aspecto destrozado. Supongo que no le faltaba razón. No se hasta que punto ese comentario indujo reflexiones en mi que me condujeron a cambiar mi modus operandi en mis por fortuna abundantes horas no laborales. Aunque el cansancio de aquel lunes se debiese más a la falta de suenyo que a la ingesta desmesurada de alcohol.
Conforme pasaba el dia me sentía mas activo y como casi siempre mas productivo en las horas de oscuridad. Mi amigo turco me comunicaba que no iba a ir a jugar a baloncesto, con lo cual mi interés por el deporte de lunes se reducía mas aún si cabe. Permanecí en la oficina hasta pasadas las 8 y me dirigi de nuevo a relajarme en una zona acondicionada y agua. Y regresé a casa otro lunes más tarde y con poca hambre, pero dispuesto a que la semana real comenzase.
Del martes no recuerdo nada de lo acontecido durante las escasas horas de luz y el largo periodo de penumbra que pase en la universidad. Solo recuerdo que llegué a casa motivado a comer más sano, y que hablé con mi familia, para preguntar que tal se encontraban y preguntar el mejor modo de preparar el filete de atún que pensaba preparar. Me senté satisfecho a la mesa con mi arroz y mi atún a la plancha y terminé de forma satisfactoria un dia poco relevante. El dia siguiente tuvo mas actividad, en todos los aspectos. Todavia mantenia discusiones escritas con mis amigos en la península sobre como repartir las culpas en la crisis económica que sacude a la piel de toro, pero en todos los noticieros se hacian eco de otro conflicto donde el reparto de culpas acaba con vidas y causa dolor y sufrimiento. Volvían a caer bombas en Gaza, y llovían mas proyectiles en los alrededores. Casi de forma casual, elejiamos ver una pelicula israelí en nuestra cita del miércoles. También tomábamos spaguettis con atún, y por enésima vez conseguia la cocinera sacarme de mis casillas a ratos. La película nos dejó un poco indiferentes a todos, pese a la relevancia del tema, y solo sirvió para que aquella noche me acostase tarde pensando en latitudes y problemas mas alejadas y dificiles de reubicar que las y los ibéricos. Aunque antes para volver a la calma escuchase un rato de portugués fílmico.
La película portuguesa estaba enmarcada en el festival televisivo de filmes que habia comenzado a seguir el domingo en casa de Hanna. Al final habíamos cambiado a  Gerard Depardieu por Israel, y el film portugués fue mi despedida del festival. Al dia siguiente, una bruma muy espesa cubria la mayor parte de Berlin, aunque no sabria decir desde que hora porque desperté de nuevo tarde.
Al menos esta vez el suenyo habia recargado mis energías y crucé la ciudad en brumas en bicicleta. En la universidad traté de avanzar algo mis investigaciones, pero también quede con Sonso y Andrés a mediodia, y la pausa fue larga. Compré entradas para conciertos de música clásica y en el comedor de la Universidad me disfracé con mis dos amigos y rodamos una payasada para contribuir a un video de despedida. Luego, ya entrada la noche, entregué un par de entradas de concierto a la persona a la que queríamos despedir, y después de un rato más en casa regresé en bicicleta al este, cruzando el eje central de la ciudad aun sumida en la niebla. Me puse la tele al llegar, pues me acordé del festival de cine, pero en ese momento en la frecuencia que pensaba destinada a los filmes retransmitian el concierto para el que había comprado las entradas a mi amigo. El director y protagonista del concierto celebraba su cumpleanyos, como avisaban las vallas publicitarias en la calle. Mientras escuchaba alguna sinfonia de Tschaikovski, me entraba el hambre y recogía de la esquina diagonal a la de mi vivienda un pan de estilo pita relleno de carne. En los periódicos se discutía sobre la cantidad de almas que abandonaban la carne que las acoje en la franja y el estado expandido que la rodea por un lado y la acerca al pais del Nilo. Los de este pais y los del pais que manda discuten como hacerlo parar, y en el pais que vivo y en el que nací las cosas se ven de formas muy distintas. Mientras tanto el dirigente del concierto, del pais bombardeado por los terroristas que iniciaba un ataque militar de dudosa justificación, era despedido entre aplausos en una de las ciudades de donde fueron expulsados sus antepasados. Y antes de dormir rememoré de forma adulcorada la historia de los gobernantes que antes los habian expulsado del pais que nací.
Quizás fue por tanta ida y vuelta, frontera, patria y religión que rondaba por mi cabeza que esta no quiso encontrarse con números al dia siguiente, sino seguir preguntándole a si misma y un buen número de direcciones IP sobre cómo surgieron tantas ideas de patrias e identidades. Y después de preguntarme de nuevo por las razones que empujaron a mi abuelo a empunyar un fusil, lei como en el pais en el que nací la religión delimitaba fronteras y creaba universidades, aleccionaba unas ideas y frenaba otras. 
Mi amigo Jose me llamó para ir a comer y olvidé por un momento todas estas historias y razones, sentado frente a un trozo de carne a la brasa y entretenido con historias mas livianas y cotidianas. Al volver a casa sin embargo segui con mis inquisas hasta que llegó la noche. Decliné por omisión la sugerencia de Tunc de ir a una fiesta, y celebré una noche de viernes-cine solitario en mi habitación.
El inconsciente me llevó otra vez a mi tierra natal, y a los conflictos religiosos y la guerra, las sotanas y las proclamas, los forajidos y los deseos reprimidos. Yo no pude reprimir mis ganas de empaparme del tema, y tras el viaje temporal de la epoca feudal a la de mi abuelo y a la infancia de mi padre dormí finalmente, con la calma de una ciudad donde por fortuna yasolo rompen el silencio jovenes ebrios, que solo rompen los vidrios de sus botellas y no de edificios religiosos, como ocurrió también aqui tiempo atrás.