domingo, noviembre 25, 2012

Finde de calma elejida, lunes de cama forzada

La resaca de aquel sábado fue solo mental y no física, y por suerte o por desgracia, las resacas mentales se alejan a dia de hoy mas rápidamente que las segundas.
Si las condiciones atmosféricas influyen nuestro pensamiento, toda la resaca mental estaba justificada, pues el sábado no dió por desgracia ni un céntimo más de luz solar que el dia anterior, indigente lumínico. A falta de resaca física no me fue dificil montar en la bici, cruzar el rio y salir por primera vez desde que regresé de Cuba de compras no alimentarias.
En una tienda escondida en un garaje con el que comparte nombre encontré un abrigo, quizás de una talla algo pequenya para mi, pero ideal para evitar seguir dando vueltas indecisas y dejar pasar otro invierno más sin encontrar alternativa a aquel que heredé de mi tio. De vuelta Kreuzberg estaba tranquilo, y me preguntaba donde se esconde la gente los dias de cielo cubierto. Paré en la biblioteca del recuerdo cedida por los americanos y con la elección y retirada de un par de nuevos filmes mi mente se alejó de guerras pasadas y presentes. Compré mi desayuno turco y tomates, fruta y berenjenas y volví a casa para desayunar a la hora de una comida tardia en un verano alicantino.
Aún sin terminar de hacer la digestión del desayuno comida se hizo de noche, y después de tocar un rato la bateria y leer un rato de pensamientos de diversos índole hablé un rato con mis companyeros de piso. Nadie tenia claro que hacer, y rehuí ir con Fausta a una cena de gala con indigentes. No me encontraba social, y necesitaba encontrarme conmigo mismo. Tampoco queria volver a pasar otra noche viendo una película en casa y salí a sudar un rato a las salas de madera de mi barrio, donde avancé un poco más en mi pequenyo viaje sobrevolando los descubrimientos matemáticos de la historia. En casa de vuelta empecé a volar tambien con los viajes entre Bilbao y New York y sobre el mar de un escritor en lengua antigua, y me acosté pensando en sus palabras sobre la gente que ama las palabras y el miedo a jugar mal con ellas.
El domingo al despertar pensé que ese miedo que me impide tratar de empezar relaciones por desconfiar de su valor y belleza es el mismo que me impide sentarme a escribir. El miedo a crear algo que no te guste, el miedo a usar de forma incorrecta aquello que admiras, el miedo a descubrir que eres incapaz de expresar en gestos o palabras aquello que tan hermoso parece en tu mente.
El hambre me interrumpió la reflexión. En la cocina  me encontré con dos de mis companyeros de piso y compartimos nuestros guisos. Luego poco tiempo tuve mas que para vestirme y abrigarme, guardar un libro en el bolsillo y salir rumbo al oeste.
Al fin nos juntamos con la amiga a la que desde hacia semanas queriamos despedir. Las circunstancias hicieron que primero en la opera estuvo yo solo con ella. Solo con ella, y el público cantantes y músicos que asistian a la representación de la Flauta Mágica. Tras momentos de emoción, de admiración y de suenyo, terminó la representación y nos juntamos con nuestros otros dos amigos. Fue la ultima cena que celebramos juntos para quejarnos como emigrantes y encontrar alguien con el que desahogar nuestra sed de comprension cultural. Nos besamos y abrazamos todos, y Bego cenó por ultima vez con nosotros como berlinesa. Luego volví a casa y fue la historia de siempre, el domingo cuya noche no quiere comenzar. En algún momento lo hizo.
El dia del lunes no quiso comenzar. Desperté a las 10, a las 11 y a las 12. A las 13 finalmente llamé a la coordinadora del proyecto y le dije que me quedaba en casa. De nuevo sin respuesta ante la causa de cansancio y la flaqueza: un virus, sudores frios, poco suenyo?
El dia pasó y me sumergí en una espiral de visionado de ficciones ligeras, de comedias que frivolizan y ridiculizan nuestras preocupaciones y nos llevan a olvidarlas en esquinas donde la risa lo oculta todo. Entre suenyos y risas, algun parrafo de palabras hermosas, y música para cicatrizar el suenyo. Cuando al fin salí entrada la noche a cenar, el regreso del hambre confirmó la mejora de mi salud.