miércoles, enero 31, 2007

Triste, catarsis; alegría y felicidad

El martes, sin saber ni cómo ni a que se debía, se apropió de mi una tristeza extranya, una melancolía carente de explicación que me cargó los ojos de líquido dispuesto a derramarse, aunque en ningún momento llegó esto a producirse. Y yo, extranyado, me preguntaba a que se debían estos síntomas de elfo sindar alejado del mar. Gris, como los ojos de aquellos elfos de las costas, se levantaba el dia en la ciudad, asi que puede que este manto también tuviese su influencia en mi repentino carácter. Esta vez no me encontré ninyos en el tren que me llevaba a la uni, cosa por otro lado imposible al tomar la u-bahn en lugar de la S esa manyana y cruzarme Kreuzberg antes de llegar a las aulas. Por otr lado tampoco tenia motivos para estar melancólico: me habia caido de mis suenyos eróticos antes incluso de sonar el despertador, desayunado con calma y en el vagón leía con tranquilidad. Visitaba el edificio de los arquitectos para presentarme a una plaza para un currillo por alli; pero er alli tambien, presa de mi anyoranza donde me sentia debil e inseguro. Sorprendentemente todo seguía yendo bien, y el tipo de la oferta me invitaba simpáticamente a hacer la entrevista el jueves. En el despacho solucionaba mis problemas del día anterior y en la mensa me encontraba con los colegas de estudio y cafeteábamos alegremente. Pero seguía pensando en triste.
En casa ya de vuelta, esta vez con dinero y compra realizada, Espanya perdía con Alemania al balonmano en la tele ajustada y, según el comentarista alemán, merecidamente. A mi me dejaba indiferente, pero me hacía salir corriendo a golpear percusiones. La hora entre las 19 y las 20, fue un lapso, sin sensaciones, sin ecos de olas entrando en la arena ni ningún pensamiento que pudiese apartarme de mis ritmos.
Al llegar a casa, descubro que me envian una canción de Gloria Gaynor, pero la transmisión se interrumpe. No importa porque tengo Yotube, que me deja escuchar lo que alguien quería que escuchase. Y con Gloria comenzamos a bailar en casa y a reirnos. Por una vez en semanas coincidimos todos a la vez en la cocina y nos reimos. La risa me aleja de las olas que me mojaban de dia, y descubro mi cura en la amistad. Cenar, hablar y el tiempo que pasa hasta la una de la madrugada transcurre libre de melancolías.
Parece que ese final del día tiene un efecto catársico sobre mi, y impulsado por las fuerzas del buen humor decido ir también el viernes a la universidad. No llego a ella ni muy pronto ni muy tarde, y, aunque no trabaje demasiado, los resultados que obtengo parecen ser buenos, muy buenos. A consecuencia de ello el pescado del viernes me lo papeo aderezado de buen humor. Hacía planes para invitar a unos tantos a mi casa a emborracharnos e inagurar el fin de semana, pero al sentarme a la mesa una nueva oferta me hace cambiar de opinión: surge la idea de ir a la ópera. Realmente nunca habría pensado en ese día para ir a ese tipo de acontecimiento, pero una de las cosas que mas me gustan en esta vida es hacer lo que te proponen inesperádamente.
Así que despues de darle 2 o 3 vueltas al asunto, gravitando todo el rato más cerca del si que de del no, decido finalizar mi sesión de trabajo del viernes, ir al edificio de matemáticas, y recoger a las jefas del sindicato PEESE y organizadoras. Subimos a un bus no muy lejano y aterrizamos en el centro de Unter Den Linden, la avenida mas ceremoniosa del Berlín prusiano y al lado de donde otros que mandaron por aqui ordenaron quemar montanyas de libros, como nos ensenyaban en Indiana Jones.
Aunque mandaban el traje, la corbata y el maquillaje, también se veía, como no podía ser de otra forma en Berlín, grupos de estudiantes mas o menos desarrapados pugnando por conseguir las entradas de saldo. Nosotros eramos los afortunadamente mejor situados de este colectivo, y asi conseguimos unas entradas en la segunda fila de sillas (desde donde veíamos el color de los calcetines y gafas de los músicos). El espectáculo comenzo con nosotros como (casi) punta de lanza y no puedo negar que me agradase, por momentos casi mucho. La puesta en escena, los vestuarios, la iluminación, todo muy berlinosamente moderno que contrastaba con la música e instrumentos barrocos que comentaban la pieza de unos siglos atras. Aunque, y esto tampoco puedo negarlo, pese a que en ocasiones me admirasen las voces, no pude dejar escapar mas de un suspiro y laargos parpadeos. Fue bonita la ópera, si, tanto como el histórico auditorio, pero la próxima vez que acuda a ver una representacón dramática en vivo trataré de que no canten en un italiano incomprensible que debes seguir con subtítulos. Creo que entonces si que podre salir del recinto tan entusiasmado como Marina o Myrto.
Su entusiasmo comenzó a pasarse por agua nada mas salir. Una ligera llovizna refrescaba la noche, y mientras ellas subán al primer autobús camino de su Charlottenburg occidental, yo caminaba por la avenida probablemente más conocida de la capital alemana y que un viernes aparecá casi vacía, pero hermosa. Casi hueca, como se mostraban ahora lo que un día fue el Palacio de la Republica que contemplaba dejándolo atrás, y que después de un larguísimo proceso de desmonte (por lo visto no se puede demoler) dejará paso a una ficticia reconstrucción del palacio de los Reyes. Será seguro más bonito que Alexanderplatz, donde subia al metro rumbo a casa, pero tan vacío de historia y sentido como lleno de aire queda ahora el asbestizado ex-palacio de la republica.
En casa apenas me da tiempo a preparanos dos sandwichs raqutícos antes de volver a salir: cuando estoy de buen humor necesito partir un cacho de noche. Salí a buscarla a la frontera entre PBerg y Fhain, rodeado de adolescentes borrachos y vestidos de antimoda que iban a la TRashparty del Magnet. Despues de muchos retrasos me reuní con Omar y un 6-pack de cervezas. Unos cuantos retrasos y perdidas después encontramos el restaurante donde un colega suyo ejerce de cocinero y donde pasada la media noche aún cenaban Wim Wenders y unos cuantos más. Seguímos perdiendonos por unos minutos hastal que encontramos nuestro destino definitivo: la fiesta de despedida de un chico espanyol al que yo por primera vez conocía y que nos obsequió con su hospitalidad, su simpatía y su alcohol. Fue lo mas parecido a un botellón que he vivido en Berlin desde hace muchos meses, y lo abandoné en un notable estado alcohólico para regresar a casa después de un fallido intento de ir a bailar al Magnet.
El sábado pese a la ingestión de alcohol de la noche anterior no hube de maldecirlo: no sentí sus efectos secundarios, posiblemente porque nada más desayunar el ruso loco amigo del piso vino a cortarle el pelo a Steffan cargado de una botella de Sekt que comenzamos a degustar. Cuando a Steffan comenzó a caérsele el pelo salí a que el aire afectado de sol entrase en contacto con mi piel, siguiendo una rota semiplanificada con la bici encaminándome al noreste de Berlín. Pasé por zonas residenciales que nunca pensé encontrarlas donde lo hice, junto a polígonos industriales marcados en chino, con ruinas y vayas caidas, que desembocaban después de cruzar una avenida inmensa y una nueva zona residencial en la cárcel del servicio secreto de información de la república democrática alemana. El arquitecto debió ganar el premio Nobel de la sordidez, o al menos eso es lo que merecía su estructura externa. La interna, a la que no pude acceder por llegar ya tarde, tendré que evaluarla en alguna próxima excursión. Continué así por un trozo de ciudad casi vacío de gente, donde no encontré skins ninguno aunque si a un abuelo que casi me atropella al realizar un giro impaciente, para después desafiarme a la puerta de su coche mientras que yo sin entenderle y sin ganas le dejaba atras siguiendo mi ruta. Al final, ya sin luz natural encontré mi objetivo inicial: en otra zona de extranya ubicación, entre bloques soviéticos y bosques se encuentran rodeando a un lago una serie de Villas de principios de siglo (supongo que de ahí el nombre del bario "Casas Bonitas parte alta") y desentonando entre ellas una pequenya casa de lineas superracionales que parece ser una de las primeras obras de Miles Van der Rohe. Evidentemente también estaba cerrada a la hora de mi llegada, así que después de una vuelta a los alrededores volví a casa aún a tiempo de llegar al super y comprar los últimos ingredientes para la cena.
El problema fue que después de mucha dedicación y carinyo esta no estaba lista a la hora prevista, y tuve que dejar la empanada gallega en el horno, dispuesta para ser devorada al día siguiente. Afortunadamente pude robar algo cocinado por Steffan y beber un par de birras antes encontrarme con la gente del día anterior: otra vez noche venezolana.
Al ser el primer sabado de més nos esperaba una fiesta de los DJs de la regla, pero antes pasamos a hacer fiestaturismo por Kreuzberg y conocer el enésimo local nuevo (el West Germany) en medio del corazón turco de Kreuzberg y metido en medio de unas oficinas, pero que aquel sábado celebraba un cumplenayos en el que no duramos mucho. Para joder un poco, de pronto mis duelas comenzaron a dolerme de manera insoportable: sabía desde hacía meses que debía visitar al dentista, pero hasta aquel día no había sufrido una verdadera urgencia como ella. Y el calvario hasta el barco en el Spree se sucedió con distintas estaciones: primero paramos a por birras, luego perdimos a un tunante empenyado en comprar sustancias fumables, luego paramos a buscar a un grupo de italianos. La ultima parada fue al menos más amena, viendo en Striptease de la fiesta de Reinugaración de la sociedad de transgidivas llamada "Barbie Deinhoffs" en medio de la calle con otros tantos espectadores accidentales. Al final, los italianos, muy simpáticos por cierto, y que venían de la Koppi, con la carga de piercings y/o crestas, y/o prendas negras que eso conlleva, vinieron con nostros, pero con un criterio muy consecuente con sus gustos musicales decidieron no entrar al bote latino. Yo si que lo hice, y comprobé que las canciones comienzas a conocerlas tras la tercera o cuarta visita. Algunas reincidencias musicales te alegran y te llevan a saltar (ska, reagge, Los Fabulosos Cadillacs...) pero otras, por lo menos al que escribe estas líneas, le encaminan directamente a la barra y a truquear dinero por cerveza.
Y es que además hay que tener en cuenta que el dolor no desaparecía. Pudo ser en parte anesteisiado tras la cuarta o quinta cerveza, cuanda ya apenas quedaba nadie en el local, y momentos antes de volver a cabalgar mi bici de vuelta a la calle Varsovia. La empanadilla del horno me supo deliciosa.
Cuando desperté con la boca seca, dispuesto a cortar un par de trozos más de mi obra maestra con cebolla y atún, me dí cuenta de que me dinero no había sido malgastado, y que el alcohol, lejos de haberse escurrido por algún bolsillo, se había instalado comodamente en mi cabeza. En domingo no supone esto ninguna sorpresa para mi persona, y en este dia, la molestia no fue tal.
Molesto y jodido debía estar Daniel. Al final, el no habia venido con nosotros la noche anterior. Por lo visto, uno de sus companyeros de Residencia, había termianado con su respiración de forma definitiva después de saltar al paso de un vagón de tren. El chico, al que según tengo entendido yo pude conocer, parecía tener una sonrisa maravillosa en la época que todos dicen que es mejor para vivir: nadie se explica por que lo hizo, y con Dani aún no he podido hablar para que me lo explique. Su teléfono daba rápidas negativas por respuesta. Decidí tapara un poco los gritos del alcohol y callarlos con empanada. Funcionaba solo en parte, y después de arreglar un par de asuntos con el ordenador todavía me hacían cosquillas donde es menos agradable.
Así que avancé mi evasión mensual y me dirigí al lado del barco donde estuve bailando gran parte de la noche anterior, aunque esta vez con intenciones recuperativas. Entre agua condensada, unas toallas y mas gente que buscaba lo mismo que yo, sane mi piel, y calmé mi mente. Que me encontrase con unas chicas conocidas por allí, solo fué una divertida anécdota que solivianté con una naturalidad inesperada. Mi cuerpo volvía a estar listo para otra semana mas.
escuchando-> Los Fabulosos Cadillacs
leyendo-> Oscarcito pasea su "Tambor de Hojalata" ahora por la París ocupada