miércoles, agosto 15, 2007

Fin de semana aqui y allá

El segundo día de trabajo no se distinguió en mucho del primero en cuanto a esfuerzo y cansancio: ninguno en ambos casos. Si que se diferenció del primer día en que fue bastante mas interesante (si el primer dia me gustó, el segundo comencé a entusiasmarme) y en que comencé a conocer mas en detalle a alguna gente del equipo y a lo que hacen cada uno de ellos. Y digo algunos sólamente porque la mitad de ellos se encuentran de vacaciones (lógico si tenemos en cuenta que comienza el mes de agosto). Aparte de mis seminarios de iniciación a la empresa, mi jefe directo me pasó un proyecto de refrigeración por absorción en camiones que comencé a leer y el resto de mi tiempo de trabajo se gastaba buscando pisos por Neubrandenburgo, tarea que realizaba junto con mis companyeros Dirk y Jens. Dificil encontrar algo pequenyo y/o económico.
Despues del curro pensé en ir a una de las sociedades que gestionan el alquiler de gran parte de los pisos en la ciudad, pero al llegar a la oficina la encontré cerrada. Me encontré sin embargo a mi companyero Dirk al que acompanyé a ver un piso que le interesaba, y luego nuestros caminos se separaron. Caminé hasta mi casa en dirección sudoeste y un poco mas allá, hasta descubrir por fin el agua tranquila y callada del lago Tollensee, domesticada en la parte más cercana a la ciudad por un gran parque peinado con caminos surcados en verano por ciclistas y patinadores.


De vuelta a casa ya a oscuras, en la tele volvía a encontrarme con la serie sobre cocinas a la que me aficioné en Berlin, continuada por una version ampliada en los que los amateurs tratan de abrir un restaurante. Quería apagar la caja tonta, pero entonces anunciaron Donnie Darko,y tuve que comenzar a ver mientras cenaba. No terminé de verla rendido al suenyo. En aquel jueves día había comenzado para mi el trabajo pasados 15 minutos sobre las 8, y al dia siguiente habría de hacerlo a las 8. Mis ojos me sentenciaron a apagar la luz.
El viernes continuó relajado en la oficina, sin más ordenes que seguir leyendo el informe sobre refrigeración y comenzar a jugar con un programa de simulación. La busqueda de empleo continuaba y con el mi conocimiento de mi colega Dirk. Después de comer y terminar la semana, seguí conociendo a mi sajón companyero en su coche camino de Berlin: en su regreso a Chemnitz (ciudad anteriormente conocida como Ciudad-Karl Marx) nos dejó a mi y otro companyero en la ciudad del antiguo imperio prusiano.
Llegué al puente sobre las vías de la calle Varsovia pasadas las 7 de la tarde, pero sin que el Kaiser de la esquina estuviese cerrado allí. El sol brillaba aún a punto de ocultarse entre los edificios que perfilan el perfil de la ciudad desde mi parada de S-bahn, y volvía a mi hogar donde Anna me recibía alegre y dicharachera.
El fin de semana en la gran ciudad comenzaba de forma mucha mas tranquila y relajada de lo esperada. Amparado en mis tres colchones y mi conexión a internet, dejé pasar un par de horas colgando en el hiperespacio, comunicando a todo ente conocido mi nueva existencia.
Con la barriga llena y la cabeza descansada me reunia con Daniel, Bego, Maria y otros amigos espanyoles en un bar muy fashion-lounge en el Kreuzberg acomodado. Después del intercambio de impresiones, continuamos la ingestión de alcohol en el centro del Kreuzber mas sucio, urbano y apasionante, en un bar que acumula muebles en una esquina y homosexuales de todos gustos y colores en su clientela. La conversación se puso animada, pero la noche se terminó antes de poder comenzar a bailar.
Así que el sábado al despertar al mediodia, lo hice habiendo dormido las horas necesarias para sentirme bien de nuevo. Limpié la casa de botellas viejas y con el dinero juntado me pegué un buen desayuno berlinés acompanyado de biozumo de manzana y pastel de limón. Steffan despertó y apareció tras su puerta para acompanyarme. Quisé haber hecho más cosas antes de reunirme con Daniel de nuevo, pero ciberencuentros me retuvieron en mi cuarto, del que Steffan me rescató en el último momento para ir a tomar un lado y dar una vuelta por el barrio. De nuevo se me hacía tarde, y con mi cinturón chino ya rodeando mi cintura me entrené rumbo al centro, donde me esperaba Dani, un par de cervezas y una pelicula en inglés sobre coches que se transforman en robots. Diré solo que aunque no le exigía mucho, aun así me decepcionó y terminé durmiendo en la butaca las horas que internet me había sustraido.
Desde alli subimos a un tren amarillo que nos llevó a PBerg, y nos juntamos con las amigas espanyolas con las que estuvimos la noche anterior y con Nico el greco-guey. La cena y cerveza por Prenzlauer Berg se alargó mas de lo debido, y llegamos a la fiesta alquilada cuanda parecía que iba a cuajar y vivir su momento más sabroso: este momento, sin embargo fue breve y a nosotros nos faltó algo de alcohol para saborearlo bien. Volvía a casa otra vez antes de la previsto, comentando con el amigo ruso que me acompanyaba la sensación de coitus interruptus que teniamos los dos: cuando la música comenzaba a invitar al baile la gente comenzó a desaparecer y se nos forzó a una retirada indecorosa a casa aún con la oscuridad pintando el cielo.
El domingo fue quizás lo mejor del findesemana: sol, calor, gente en la calle, encuentros y risas. Ulrike y Emil vinieron a visitarnos a Stefan y su companyero espanyol, y visitamos el mercadillo del Barrio con calma y tranqulidad. Después cambiamos de barrio y nos fuimos al parque donde ponen el otro mercadillo “joven” de la ciudad, aunque lugar de ver puestos donde comprar ropa usada y cachibaches varios nos quedamos en la parte mas verde del parque donde tenía lugar un encuentro de aficionados y locos por el hacky sack o foot bag.
Mientras la crema europea de esta especialidad deleitaba a la audiencia que aplaudia como se pega al pie de esos virtuoso la bolsa llena de arena con la que juegan jipis y estudiantes de letras nos tomamos bajo el sol de media tarde un par de menus de comida tailandesa.
Y después de comer, sin espacio para largas despedidas, me dispuese a hacer de nuevo mi maleta y abandonar Berlin y a mis amigos camino a una fiesta tecno en otro parque. Un par de kilómetros mas al sur, junto al Spree, Dirk me recogía y montaba mi bici sobre su coche. Los nach Neubranburg de nuevo.


escuchando-> Radio Energy Neubrandenburg
leyendo-> Solo material de trabajo

Viviendo en el muro

Tras una semana en Espanya repleta de sol y cuerpos expuestos a sus rayos, granizados de limón y guisquis con cola regresé a Berlin a terminar con mi estres. Berlín me recibió con su cara mas gris y un par de escupitajos de agua, y el domingo lo paso sobre mis tres colchones tratando de recuperarme. Pensaba que tendría tiempo de acabar la tesis en un dia, pero el lunes se tornó interminable: desde las 7 de la manyana en pie y escribiendo, viaje a la uni, compra de pasteles, última visita a Valentin y vuelta a casa a tratar de terminar por fin con el texto final, pero con escasas fuerzas y voluntad. Para ponerlo mas dificil aparecen Uli y Olsen de visita, que aprovecho para descansar. Lo hago a duras penas y vuelvo al ordenador: me quedan 15 horas hasta la entrega, dos capítulos por corregir, los índices, los apéndices y la bibliografia.
De las 15 horas mi cuerpo me obliga a dormir 5. En las 10 restantes no consigo terminar el trabajo como yo hubiese querido, pero al menos se termina de forma casi presentable: un par de apéndices y explicaciones van fuera, y el trabajo se queda sin índice de figuras ni tablas. A las 16:05, 300 segundos pasados del plazo dado para la entrega, consigo entregar y firmar 3 ejemplares recién traidos entre mi sudor y carrera de la copistería. Atrás quedan las ojeras, 36 euros gastados y los nervios perdidos cuando se estropeaba la copiadora y se mezclaban los papeles. Vuelvo a casa con paradas para despedirme de la gente en mis dos frentes: la TU y Valentin, donde deje la planta que me dejaron. Y vuelvo al 24 de la calle Varsovia para dormir allí por ultima vez en un dia de trabajo.

Hoy he comenzado a ser un empleado de Webasto. La ciudad me ha parecido hoy mas amable y bonita que nunca: el verde crece por todas partes, la gente me recuerda que me olvido del móvil y he conocido a un par de companyeros en la empresa tan nuevos como yo. Y sólo un anyo mayores que yo. Aunque alemanes y del este. Dirk y Jens parecen buena gente.
He pasado de vivir más alla de un muro lleno de historia y conocido en todas partes a vivir en medio de otro mucho más antiguo pero infinitamente menos conocido. La casa para huespedes de la Webasto es una casa de 2 plantas y ático empotrada en medio de la muralla de la ciudad vieja del nuevo Brandenburgo: La Wieckhaus. En medio de una de las murallas medievales mejor conservadas de Europa escribo estas líneas, donde alguna vez siglos atrás vivio uno de los vigilantes de la puerta de la ciudad. Su trabajo, debio ser duro. El mio, de momento, para nada. Interesante y sin estrés. Veremos como avanzo.



escuchando-> Energy Radio Nordeuropa
leyendo-> La oscura historia de la prima Montse