jueves, marzo 14, 2013

Alacantins per Berlin, cumpleanyos y fiestas

Seguia el invierno cumpliendo su trabajo por Berlin.La semana comenzaba a trabajar y a no ocupar mi tiempo en mucho mas, aparte de cocinar, leer y despejar mi mente con ficciones. Por alguna razón que ignoro de pronto mi apetito de comedia cesó y volví a retomar uno de los culebrones de producción nacional que no apartan nada a mi vida per me relaja ver.
El miércoles retomamos la rutina de juntarnos cuando hace frio en la calle Katzbach, aunque fuera la última tarde de esa costumbre tan querida por mi. Mi pareja turco-francesa favorita deja el Kreuzberg fronterizo con Schöneberg por los danyos colaterales de la gentrificación. Les ofrecen la posibilidad de comprar la vivienda que alquilan, pero el precio es excesivo, y de buen humor y sin otra oportunidad aceptan la compensación económica que les ofrecen por mudarse a otro lugar de Berlin de forma rapida. En la ultima sesión gastronómica y cinematográfica en la casa de la calle Katzbach cuyo número no logré nunca aprender tomamos unas alubias turcas a la olla exprés por ultima vez, mientras el invitado y amigo turco de mi amigo de su misma nacionalidad trataba de convencernos de las maravillas de la dieta a base de productos vegetales crudos. A la vista salta su perdida de peso, pero pese a entretenernos e informarnos creo que no convenció a ninguno. Luego vimos un film lleno de imágenes maravillosos sobre distintos lugares del mundo llamado Samsara, y regresé a casa con la combinación de lineas de metro que ya nunca volverán a ser rutina. A la vuelta, como casi siempre con Emil, este mi invitaba a su celebracion de cambio de  edad, como siempre un par de semanas antes de la mia.
El jueves duermo hasta muy tarde e igualmente hasta muy tarde me quedo en la uni, y cuando regreso encuentro un par de llamadas. La primera de ellas me lleva a casa de jose y al primer reencuentro alicantino del findesemana con Xabi, un alicantino residente en Roterdam al que ya habia visto un par de veces en celebracianes Joseevanianas. Tomé una pizza con ellos en su caso y jugamos un rato a imitar a Ricky Rubio y Michael Jackson, aunque no por ese orden y comienza al fin de nuevo mi findesemana en el este de Berlin. Generalmente, ya no voy al oeste los findes.
Aunque sabia de la presencia de mas alicantinos visitando la ciudad que me acoje estos dias, el viernes me sentia arisco y no queria salir. Trabajé hasta tarde encerrado en mi habitación, y dado que no tenia ganas de ver a otros seres humanos, tratando de escapar del bullicio que parecia formarse en la cocina me quedé en mis territorios privados todo el dia cenando solo un par de naranjas que habia comprado el dia anterior. Quizás la charla sobre alimentación de un dias atrás habia afectado mas a mi subconsciente de lo pensados.
Tanto es así que al dia siguiente, tras levantarme no muy tarde y hablar con las otras personas provenientes del lugar donde crecí, salí a nadar. Aparte de la convicción de reempazar a vivir de forma mas sana, la incómoda llovizna y el pesadísimo gris del cielo invitaban a poco mas. Las temperaturas se habian suavizado, pero el tiempo se habia vuelto incomodo. Y nadar me sentó genial, se acababa mi etapa ermitanya tras el secado. Aun asi han pasado 6 semanas y no he vuelto a ir a nadar. Quizás este domingo de nuevo.
Era aún el ultimo fin de semana de enero, cuando tras nadar y seguur mojándome con la lluvia que se colaba entre los edificios de Berlin junté con mi pareja amiga astrofísica y comimos hasta llenarnos carnes y cremas norteafricanas, y luego dimos un paseo en uno de los dias menos indicados para hacerlo. Tomamos un colacao junto al canal. Luego volver a casa, ducharme y salir sin mucho margen de tiempo a Neukölln. Allí descubro un agradable bar y me reencuentro un anyo después con un par de amigos de Emil. Éste, el homenajeado en su fiesta, llega un poco más tarde. Luego lo hacen un par de rusos, un rumano, mis amigos turcofranceses y mis companyeros de piso. Cuando estamos casi completos, llega Pedro y el tercer visitante alicantino y abandonamos el bar para no inundar la fiesta de castellano a alto volumen.
Bebiendo ron en el metro llegamos a la casa/taller de mi amigo que vivé más al este en Berlin.
Aunque sea una fiesta de rebote, un reciclaje del escenario de Nochevieja, la tribuna es un magnifico lugar, una isla del tesoro secreta en medio de un paisaje postindustrial de la alemania del bloque. Comenzamos a beber, a fumar y a abrazarnos con amigos y amigos de éstos en un ambiente genial de fiesta, con caras conocidas seleccionando música y bailando por las esquinas, y cuerpos sugerentes y rostros bonitos bailando a nuestro alrededor. De pronto, sin embargo, Pedro colapsa y tiene que abandonar la cueva del tesoro, y se lleva con el al tercer visitante alicantino. En ese momento aparecen Jana y Uli, y sigo bailando y tomando un par de chupitos con ellas, pero acompanyado de dos feminas el resto parece mas lejano e inaccesible, y termino cansandome de la fiesta antes de lo pensado, aunque creo que comienza a clarear cuando por fin alcanzo a pié el portal de mi casa.
El domingo fue casi de tiempos pasados. Levantarme muy tarde y juntarme con amigos que lo hicieron antes junto al Mauerpark. Aunque no hubo Brunch si comida alemana, tradicional y buena, y paseo desde Prenzlauer Berg hasta los patios de los carniceros, en el centro. A mis amigos se les ocurre ir al cine y me parece una gran idea, pues casa vez hace mas frio.
En la caverna artificial subterranea cerca de donde un dia se sucidó Hitler me reencuentro casualmente con la pareja astrofísica. Ellos entran a ver la ultima de Tarantino, y nosotros la ultima de Spielberg, aunque me enteró de que el es el responsable de dirección solo al final.
Cuando salimos del cine, el suenyo me puede. En realidad habia comenzado a vencerme en la sala, y supongo que por ello no encajaban en mi cabeza todas las piezas de la trama. Leia de vuelta a casa discursos de José Martí, y reflexionaba sobre América, Lincoln, Cuba y todos aquellos hombres que creyeron vivir con una misión. Y me pregunto si realmente fueron felices.

Domingo comida alemana, paseos por Prenzberg y Mitte, Cine Lincoln, quedarme dormido viendo el conquis

Buenos dias

Si me preguntaran como tiene que ser una buena semana en Berlin, no digo una especial o recordable, sino un buen fin de semana, una contribución más, un representante semanal de la clase media de un anyo saludable y con un alto PIB, creo que podria elegir los dias entre el miercoles 23 y el viernes 27 de enero.
En realidad no es una semana, sino media, pero bien podria ser que todas las medias semanas fuesen asi. 
El miércoles 23 fue un dia de trabajo normal, con poco resenyable, y quizás eso sea bueno, pues significa que el trabajó avanzó y no puedo recordar ningún problema o escollo que me hiciese volver a casa con el cenyo fruncido. Regresé además acompanyado de Tunc y llegamos a casa para cocinar, o mejor dicho, para volver a dejarla al rato y salir a comprar los ingredientes que mi companyera de piso no alemana y cocinera de la jornada nos recetó. Cómo suele ser habitual terminamos muy tarde de cenar, y esta vez casi sin remedio, descarté involuntariamente trozos del film para cerrar los ojos un rato. No recuerdo quien vino, creo que poca gente esta vez, y el film aunque de temática interesante, no logro entusiasmar a ninguna más alla que para sacar un par de frases acerca de la gentrificación en las grandes ciudades. Eso si, terminé durmiendo con la melodia meditteraneo-oriental que eternizaron Dick Dale y Tarantino en la banda sonora de Pulp Fiction.
Si la semana fue buena fue porque trabajé de verdad. Tanto es así que el jueves me quedé de nuevo el ultimo en la oficina. Habia llevado conmigo el banyador y otros utensilios necesarios para nadar y/o volver seco a casa tras el banyo, pero en el último momento decidí cambiar vapores y paseos en el agua por carreras en ellas, y el autopremio que me di en las termas me lo agradeció mi cuerpo y mi mente. Pese al relax a veces excesivo posttermal, que a veces parece retener la porción de tensión necesaria para trabajar de forma productiva, logré el viernes mejorar los modelos matématicos de los que algún dia espero poder escrbir un buen trabajo. Claro que no trabajé tanto como el dia anterior, pero si al menos tanto como el mejor de los viernes caseros hasta la fecha. Luego, mi compi no alemana, decidida a formarse como camarera competente para rendir bien en su nuevo empleo nocturno se dedicó a preparar cócteles, y salí de casa con un poco de combustible bien mezclado en el cuerpo para afrontar el primer viernes realmente frio del 2013. Luego me junté con Pedro junto al biosupermercado frente al cementerio tras la biblioteca frente canal en el barrio de Kreuzberg, y nos adentramos en los espacios abovedados junto al dudoso club nocturno de nombre Miami.
Abrazos, reencuentro con amigos, bailes, discusiones filósoficas y un reencuentro con una extranya muchacha que nos abordó un dia en castellano en otro bar, y de bueno volver a casa, esta vez con purpurina en la cara y ganas de dormir pero sin una ebriedad manifiesta.
Sin ebriedad no hay repercusiones tardias del alcohol al dia siguiente, en el que puede tocar la bateria, comenzar a leer un poco del pensamiento de Wittgenstein, y ver ratos de un partido de basket por la tele siesteando, hasta que me di cuenta de que era hora de salir a cenar. Me junté con un par de viejos amigos del master, la pareja de uno y su amiga tambien muy conocidos mios por las sesiones de cine de los miércoles, y nos tomamos unas cuantas birras, nos llenamos la tripa de comida mexicana e ingerimos algo más de alcohol.
Luego regresé a casa, poco pasada la medianoche, y revisité una pelicula olvidada, continué leyendo a Wittgenstein, lei un poquito sobre lo que pensaba Popper del anterior y de otros asuntos, y terminé acostándome observando las acciones de la mente perturbada que encarna Luis Tosar como portero de un edificio de la la zona burguesa de Barcelona, una pelicula que me gustó aunque no tanto como pensaba por la recomendación que recibí.
Un par de horas después y con el mismo frio seguia en casa, para que salir en estos dias de invierno, y en mi cabeza bailaban agarradas ideas de mentes perturbadas y obsesivas, ficciones y pensamientos de filósofos especulando sobre la felicidad, con cumbia y pesados bajos de sintetizador.
El domigo no me llamaron a jugar al baloncesto virtual con una consola sony, asi que disfruté tranquilamente de un gran plato de pasta al mediodia y otro por la noche, tras leer algo más, tocar la bateria y ver la final del campeonato del mundo de balonmano. Y el domingo tocaba a su fin, sin resaca, ni calores, ni sudores, ni bocas resecas.