domingo, noviembre 25, 2012

No me gusta el deporte

Quizás el título sea matizable. No puedo decir categoricamente que no me gusta el deporte, pero los lunes de otonyo, tras un fin de semana donde de nuevo no he conseguido arribar descansado al lunes, no me apetece practicar deporte. Y menos un deporte de equipo con gente que no son amigos mios, en su gran mayoria.
Si a esta falta de expectativa de disfrute se le anyade que vuelvo a levantarme enfermizo, las posibilidades de encaminarme tras el trabajo a un oscuro pabellón deportivo de alguna escuela del oeste de Berlin son remotas. El último lunes de octubre del 2012 me desperté tan cansado que no conseguí levantarme de la cama hasta pasado el mediodia. Al final terminé yendo a la universidad y trabajando en el laboratorio, y la necesidad se transformó en algo parecido al disfrute, pero evidentemente no miré el reloj cuando comenzaba el partido.
Seguramente fue un acierto no practicar deporte el lunes, porque el lunes desperté mas motivado y despierto, y tras la jornada de trabajo aun visité unas charlas relacionadas con el mismo de forma voluntaria, algo que no siempre acompanya a mi voluntad.
El miércoles continuamos con las rutinas habituales, charlas en la universidad, 9 horas de trabajo y luego juntarnos unos cuantos amigos a ver una peli. Esta vez tocaba en casa, y por primera vez desde que Stefan nos dejase volvimos a ver una peli en casa. Y en mi caso el volver a ver refiere no solo al entorno sino también al largometraje. Y volvimos a comer pasta, con los habituales aunque esta vez solo una fémina nos acompanyase.
Tampoco ocurrió nada resenyable el jueves. Traté de convencerme a mi mismo de que debia hacer algo de deporte, y arrastré conmigo una bolsa de mano con un banyador, una toalla y un par de mudas junto con mis apuntes y mi ordenador portatil. En el trabajo acabé trabajando tarde y cerrando el edificio, y tras visionar diversos videos musicales solo me apetecia regresar a casa, cenar y escuchar mas música. Asi que la bolsa regresó igual que partió y se volvió a confirmar que el deporte activo hace tiempo que dejo de ser una de mis primeras opciones de ocio. Y en mi cabeza seguian resonando riffes y bombos.

Las viejas costumbres siempre vuelven

Aterricé al este de Berlin de nuevo de noche, y parecia que no hacia mucho frio cuando salia del avión, el dia era largo y habia hablado con amigos y familia en distintas ciudades.
El jueves comencé a trabajar pasadas las minivacaciones, asi que motivado avancé algo mis investigaciones y regresé a casa a descansar. El viernes volví a la universidad pero dediqué la mayor parte del tiempo a la corrección de un trabajo, que hizo que el tiempo pasase deprisa y llegase pronto la noche, el cansacio y la vuelta a casa.
Cuando llegué a casa emi cuerpo no respondía a mis deseos de actividad, y dormí un rato tumbado sobre el sofá. Luego me serví un guisqui, escuché musica y esta me condujo a la ducha. Al rato llega Pedro y salimos juntos a por una botella de ron y un Schwarma para cada uno, que comemos en la cocina de mi casa  con mi portatil sobra la mesa en el que vemos el film que traje de Cuba, Juan de los Muertos, y con desmembramientos y acentos posibles llegamos juntos a la medianoche.Entre risas y discusiones sociológicas transcurren ununa o dos horas mas,pero finalmente salimos antes de que vuelva a ser de nuevo demasiado tarde. En el club con nombre de villano de comic, nos esperan los mismos gorilas vigilando la puerta que un par de semanas atras nos negaron la entrada, pero esta vez accedemos sin mediar palabra. Esta vez llegamos en medio de un concierto de un grupo local y desconocido, poca asistencia de público  pero  de mayoria femenina, música independiente y al mismo tiempo comercial y un cantante se parece a nuestro amigo Paul. Va pasando el tiempo y muchas chicas bailan a nuestro alrededor, no recuerdo el dia que me encontraba en algún lugar con tantas chicas solas que se nos acercan, de forma voluntaria o no. Con el giro de la aguja del reloj coleccionamos vasos vacios y frases tan vacias de sensibilidad como avidas de contacto. Las frases las intercambiamos solo entre nosotros y las miradas vienen y van como las chicas conforme pasa la noche. A Pedro le llaman y una verdad cruda se envia con un SMS o dos. Finalmente el grado de ebriedad facilita que nuestras barreras internas se debiliten y nos encontramos hablando con un par de chicas. Pedro no puede deshacerse del campo gravitatorio de la amiga de la chica con la que queria hablar,y otra amiga  dice que me acerque a bailar con otra más pero que antes hable con ella. Se dirigen a mi en castellano con acento chileno y terminamos hablando sobre este pais, descubierta mi nacionalidad no acierto a enhabrar algo parecido a una conversación y de pronto me doy cuenta de que las chicas se han ido y Pedro y yo nos encontramos una vez mas borrachos y aturdidos en medio de la pista de baile, y la chica mas atractiva termina yéndose una vez mas con el tipo que pone la música. Nosotros nos vamos con esta ultima a otra parte, y tras despedirnos se apaga la luz
Lo habia echado de menos, pero descubro que aun soy capaz de dormir hasta las 15 horas. Tras esto nada distinto de mis rutinas resacosas, futbol digital, Skype, comer y vegetar. Y consumir alguna ficción para despedir el dia.
El domingo posiblemente tuviese una manyana corta, pero tampoco consigo recordarlo. Por la tarde tras tocar un rato la bateria quedo con Jose y Eva,recién casados, tomamos una birra aun sobre un pavimento y a cielo abierto, y se nos une Paul recien llegado de las tierras donde nos despedimos una semana atrás y la gente aun camina con mangas cortas.
Me despido de ellos tras rememorar las vacaciones, y en bicicleta cruzo Berlin y me reencuentro con Pedro y nuestra amiga, mas suya que mia, que la noche del sábado intercambió con el mensajes telefónicos cargados de sinceridad. Nada parece quedar ya del tema, que queda tras el mantel. Encima de este alubias caseras cocinadas al estilo espanyol, con chorizo y costillas de cerdo. Yo aporto un pedazo de queso extremenyo, que disfrutamos los comensales incluyendo a un británico amigo de mis dos amigos que habia olvidado mencionar. Se hace tarde y el cansancio me devora y regreso a casa en bicicleta contento de volver a estar en la ciudad donde puedo tomar cervezas o comer alubias con mis amigos en un domingo de resaca, y en la que pronto comenzará a escasear el sol.

Finde de calma elejida, lunes de cama forzada

La resaca de aquel sábado fue solo mental y no física, y por suerte o por desgracia, las resacas mentales se alejan a dia de hoy mas rápidamente que las segundas.
Si las condiciones atmosféricas influyen nuestro pensamiento, toda la resaca mental estaba justificada, pues el sábado no dió por desgracia ni un céntimo más de luz solar que el dia anterior, indigente lumínico. A falta de resaca física no me fue dificil montar en la bici, cruzar el rio y salir por primera vez desde que regresé de Cuba de compras no alimentarias.
En una tienda escondida en un garaje con el que comparte nombre encontré un abrigo, quizás de una talla algo pequenya para mi, pero ideal para evitar seguir dando vueltas indecisas y dejar pasar otro invierno más sin encontrar alternativa a aquel que heredé de mi tio. De vuelta Kreuzberg estaba tranquilo, y me preguntaba donde se esconde la gente los dias de cielo cubierto. Paré en la biblioteca del recuerdo cedida por los americanos y con la elección y retirada de un par de nuevos filmes mi mente se alejó de guerras pasadas y presentes. Compré mi desayuno turco y tomates, fruta y berenjenas y volví a casa para desayunar a la hora de una comida tardia en un verano alicantino.
Aún sin terminar de hacer la digestión del desayuno comida se hizo de noche, y después de tocar un rato la bateria y leer un rato de pensamientos de diversos índole hablé un rato con mis companyeros de piso. Nadie tenia claro que hacer, y rehuí ir con Fausta a una cena de gala con indigentes. No me encontraba social, y necesitaba encontrarme conmigo mismo. Tampoco queria volver a pasar otra noche viendo una película en casa y salí a sudar un rato a las salas de madera de mi barrio, donde avancé un poco más en mi pequenyo viaje sobrevolando los descubrimientos matemáticos de la historia. En casa de vuelta empecé a volar tambien con los viajes entre Bilbao y New York y sobre el mar de un escritor en lengua antigua, y me acosté pensando en sus palabras sobre la gente que ama las palabras y el miedo a jugar mal con ellas.
El domingo al despertar pensé que ese miedo que me impide tratar de empezar relaciones por desconfiar de su valor y belleza es el mismo que me impide sentarme a escribir. El miedo a crear algo que no te guste, el miedo a usar de forma incorrecta aquello que admiras, el miedo a descubrir que eres incapaz de expresar en gestos o palabras aquello que tan hermoso parece en tu mente.
El hambre me interrumpió la reflexión. En la cocina  me encontré con dos de mis companyeros de piso y compartimos nuestros guisos. Luego poco tiempo tuve mas que para vestirme y abrigarme, guardar un libro en el bolsillo y salir rumbo al oeste.
Al fin nos juntamos con la amiga a la que desde hacia semanas queriamos despedir. Las circunstancias hicieron que primero en la opera estuvo yo solo con ella. Solo con ella, y el público cantantes y músicos que asistian a la representación de la Flauta Mágica. Tras momentos de emoción, de admiración y de suenyo, terminó la representación y nos juntamos con nuestros otros dos amigos. Fue la ultima cena que celebramos juntos para quejarnos como emigrantes y encontrar alguien con el que desahogar nuestra sed de comprension cultural. Nos besamos y abrazamos todos, y Bego cenó por ultima vez con nosotros como berlinesa. Luego volví a casa y fue la historia de siempre, el domingo cuya noche no quiere comenzar. En algún momento lo hizo.
El dia del lunes no quiso comenzar. Desperté a las 10, a las 11 y a las 12. A las 13 finalmente llamé a la coordinadora del proyecto y le dije que me quedaba en casa. De nuevo sin respuesta ante la causa de cansancio y la flaqueza: un virus, sudores frios, poco suenyo?
El dia pasó y me sumergí en una espiral de visionado de ficciones ligeras, de comedias que frivolizan y ridiculizan nuestras preocupaciones y nos llevan a olvidarlas en esquinas donde la risa lo oculta todo. Entre suenyos y risas, algun parrafo de palabras hermosas, y música para cicatrizar el suenyo. Cuando al fin salí entrada la noche a cenar, el regreso del hambre confirmó la mejora de mi salud.

Atunes, terneras, católicos, israelies

Era lunes y 12 y el mes era Noviembre. Teniamos cómo así habíamos decidido un par de semanas atrás la reunión del trabajo pasado el mediodia. Y cómo cada lunes me habia despertado muy cansado. La transición del horario de fin de semana al horario laboral es un asunto que aún tengo pendiente. 
No recuerdo lo que hice en el trabajo, solo que estaba cansado y tenia que arreglar un montón de pequenyos programas que no funcionaba como debian. Y que estaba cansado. Al cruzarme con un estudiante que tiene confianza conmigo recalcó mi aspecto destrozado. Supongo que no le faltaba razón. No se hasta que punto ese comentario indujo reflexiones en mi que me condujeron a cambiar mi modus operandi en mis por fortuna abundantes horas no laborales. Aunque el cansancio de aquel lunes se debiese más a la falta de suenyo que a la ingesta desmesurada de alcohol.
Conforme pasaba el dia me sentía mas activo y como casi siempre mas productivo en las horas de oscuridad. Mi amigo turco me comunicaba que no iba a ir a jugar a baloncesto, con lo cual mi interés por el deporte de lunes se reducía mas aún si cabe. Permanecí en la oficina hasta pasadas las 8 y me dirigi de nuevo a relajarme en una zona acondicionada y agua. Y regresé a casa otro lunes más tarde y con poca hambre, pero dispuesto a que la semana real comenzase.
Del martes no recuerdo nada de lo acontecido durante las escasas horas de luz y el largo periodo de penumbra que pase en la universidad. Solo recuerdo que llegué a casa motivado a comer más sano, y que hablé con mi familia, para preguntar que tal se encontraban y preguntar el mejor modo de preparar el filete de atún que pensaba preparar. Me senté satisfecho a la mesa con mi arroz y mi atún a la plancha y terminé de forma satisfactoria un dia poco relevante. El dia siguiente tuvo mas actividad, en todos los aspectos. Todavia mantenia discusiones escritas con mis amigos en la península sobre como repartir las culpas en la crisis económica que sacude a la piel de toro, pero en todos los noticieros se hacian eco de otro conflicto donde el reparto de culpas acaba con vidas y causa dolor y sufrimiento. Volvían a caer bombas en Gaza, y llovían mas proyectiles en los alrededores. Casi de forma casual, elejiamos ver una pelicula israelí en nuestra cita del miércoles. También tomábamos spaguettis con atún, y por enésima vez conseguia la cocinera sacarme de mis casillas a ratos. La película nos dejó un poco indiferentes a todos, pese a la relevancia del tema, y solo sirvió para que aquella noche me acostase tarde pensando en latitudes y problemas mas alejadas y dificiles de reubicar que las y los ibéricos. Aunque antes para volver a la calma escuchase un rato de portugués fílmico.
La película portuguesa estaba enmarcada en el festival televisivo de filmes que habia comenzado a seguir el domingo en casa de Hanna. Al final habíamos cambiado a  Gerard Depardieu por Israel, y el film portugués fue mi despedida del festival. Al dia siguiente, una bruma muy espesa cubria la mayor parte de Berlin, aunque no sabria decir desde que hora porque desperté de nuevo tarde.
Al menos esta vez el suenyo habia recargado mis energías y crucé la ciudad en brumas en bicicleta. En la universidad traté de avanzar algo mis investigaciones, pero también quede con Sonso y Andrés a mediodia, y la pausa fue larga. Compré entradas para conciertos de música clásica y en el comedor de la Universidad me disfracé con mis dos amigos y rodamos una payasada para contribuir a un video de despedida. Luego, ya entrada la noche, entregué un par de entradas de concierto a la persona a la que queríamos despedir, y después de un rato más en casa regresé en bicicleta al este, cruzando el eje central de la ciudad aun sumida en la niebla. Me puse la tele al llegar, pues me acordé del festival de cine, pero en ese momento en la frecuencia que pensaba destinada a los filmes retransmitian el concierto para el que había comprado las entradas a mi amigo. El director y protagonista del concierto celebraba su cumpleanyos, como avisaban las vallas publicitarias en la calle. Mientras escuchaba alguna sinfonia de Tschaikovski, me entraba el hambre y recogía de la esquina diagonal a la de mi vivienda un pan de estilo pita relleno de carne. En los periódicos se discutía sobre la cantidad de almas que abandonaban la carne que las acoje en la franja y el estado expandido que la rodea por un lado y la acerca al pais del Nilo. Los de este pais y los del pais que manda discuten como hacerlo parar, y en el pais que vivo y en el que nací las cosas se ven de formas muy distintas. Mientras tanto el dirigente del concierto, del pais bombardeado por los terroristas que iniciaba un ataque militar de dudosa justificación, era despedido entre aplausos en una de las ciudades de donde fueron expulsados sus antepasados. Y antes de dormir rememoré de forma adulcorada la historia de los gobernantes que antes los habian expulsado del pais que nací.
Quizás fue por tanta ida y vuelta, frontera, patria y religión que rondaba por mi cabeza que esta no quiso encontrarse con números al dia siguiente, sino seguir preguntándole a si misma y un buen número de direcciones IP sobre cómo surgieron tantas ideas de patrias e identidades. Y después de preguntarme de nuevo por las razones que empujaron a mi abuelo a empunyar un fusil, lei como en el pais en el que nací la religión delimitaba fronteras y creaba universidades, aleccionaba unas ideas y frenaba otras. 
Mi amigo Jose me llamó para ir a comer y olvidé por un momento todas estas historias y razones, sentado frente a un trozo de carne a la brasa y entretenido con historias mas livianas y cotidianas. Al volver a casa sin embargo segui con mis inquisas hasta que llegó la noche. Decliné por omisión la sugerencia de Tunc de ir a una fiesta, y celebré una noche de viernes-cine solitario en mi habitación.
El inconsciente me llevó otra vez a mi tierra natal, y a los conflictos religiosos y la guerra, las sotanas y las proclamas, los forajidos y los deseos reprimidos. Yo no pude reprimir mis ganas de empaparme del tema, y tras el viaje temporal de la epoca feudal a la de mi abuelo y a la infancia de mi padre dormí finalmente, con la calma de una ciudad donde por fortuna yasolo rompen el silencio jovenes ebrios, que solo rompen los vidrios de sus botellas y no de edificios religiosos, como ocurrió también aqui tiempo atrás.

sábado, noviembre 03, 2012

Alucinaciones y/o psicodelia

Cada lunes me pregunto si merece la pena forzar al pedazo de voluntad individual con la que nos dotaron al nacer a hacer lo que la ciencia, el entorno o el "sentido común"me pide: a remar en contra de la corriente que ella misma genera al soplar sobre mi mente en calma. Casi siempre es un lunes, porque ciclícamente cada siete dias comienza otra semana, y es un comienzo cíclico que no genera ilusión sino algo a medio camino entre la deshazón y el miedo, cuando camino del trabajo te arrepientes de no haber seguido durmiendo.
En ocasiones espera una reunión excepcional o un encuentro, y todos estos pensamientos son barridos y metidos bajo la alfombra mental preparada para lo nuevo, pero aunque regresén  empujadas por el viento cuando se abre la puerta de una nueva semana normal.
El cansancio suele entendenerse generalmente, o asociarse a un exceso de alcohol y la despreocupación propia asociada a la ebriedad que hace olvidar condiciones meteorológicas y propias, y que repercute cuando las sustancias ya no permanecen con nosotros. Pero aquel lunes no deberia ser asi. La ultima ingestion fué aun en el festival del ron, y el domingo fue calmado. El frio del otonyo hace cada vez mas danyo a mi cuerpo o soy yo quen cada vez se cansa mas?
El resultado del monólogo interno de lunes de manyana suele ser de una autoinyección de moral. Al finalizar la jornada de trabajo en ocasiones aun siguen los efectos, y voy a hacer deporte, aunque generalmente libero  mi voluntad y vuelvo a casa con ganas de leer, ver una peli o escuchar algo de música. Aquel lunes ni tan siquiera eso, parece que de verdad el virus que parece no querer abandonarme hacia mas efecto en mi, y regresé a casa y me acosté sin cenar.
Seguia entre ensonyaciones y alucinaciones disfrutando de la cama, cuando un impulso responsable me hizo levantarme e ir a trabajar. Sorprendentemente el suenyo parecia haber echo retroceder el frente del virus y haberle desalojado de mi sala de control motivacional,  asi que trabajé mucho, compre una entrada para un concierto y en casa tuve tiempo para buscar una impresora, buscar motivos a imprimir y discutir con mi compi italiana el motivo a imprimir en el regalo del turco.
Los miércoles suelo levantarme con ganas de hacer cosas aunque tenga suenyo, y el 11 de octubre no fue excepción. Tras el trabajo regresé a casa dispuesto a continuar con el regalo de Tunc, pero al llegar no habia nadie y me puse a escuchar la música del concierto a sonar horas después, y quede atrapado entre la vigilia y el suenyo y humos sonoros en forma de riffss eternos, hasta que llegaron mis companyeros y por fin discutimos el dibujo. Cené algo vegano con ellos y tomé una cerveza para preparar mi cuerpo al concierto, aunque este volvia a dar senyales de flaqueza, pero me obligué a pedir fuerzas prestadas al manyana para ir al concierto. Los stoners bavaros habian venido en un autobús grandísimo,  aparcado paralelamente a la cola para entrar al Lido. Por suerte habia comprado la entrada y no hube de esperar para entrar al recinto, donde un par de tipos de generosas cabellerasgeneraban ensonyaciones sonoro-hipnóticas con sintetzadores y guitarras eléctricas continuamente distorsionadas. A punto estuve por momentos de dormirme,aunque logré finalmente mantener la posición vertical y evitar un cerrado continuo de los ojos.
Tras la pausa los reyes bavaros del stoner surgieron de manera arrolladora despertándome de golpe y traladándome a base de ejércitos ritmicos y pesadas cargas de tonos bajos a caballo a campos de batalla donde ser atravesado en un campo de batalla en el que guitarra y voz batallaban a duo. Tras el tercer bis, entrada casi la segunda hora del dia siguiente y tres horas de concierto, descubrí que la pasión y el derroche de energia puede llegar a etiquetar bandas con justicia, y regresé a casa entre ensonyaciones y perturbaciones sonoras mantenidas en mi cabeza, que me dieron las buenas noches.
El dia siguiente fue corto, y el ultimo del mes antes de mi visita otonyal al sur de Europa donde parecia que el verano aun no se extinguia. Recogí mi traje en casa, cene algo y traté de nuevo de instalar y reparar una impresora para poder escribir una felicitación que alguien debia entregar en mi ausencia 2 dias después a mi amigo turco. Dificultades técnicas, incompatibildades y drivers inválidos me mantuvieron despierto mas de 100 minutos después de que llegase el dia de mi partida. Con un petate apresurado y otros escasos 100 minutos de suenyo me encaminaba al aeropuerto una madrugada más.

viernes, noviembre 02, 2012

Hablando en serio sobre el Ron antes de un domingo ibérico

La segunda minisemana, o subsemana de la primera semana de octubre, que comenzaba el jueves 4 tras la pausa debida a la conmemoración de la unidad alemana  (dia que terminó tras viajes en bici, cementerios y lecturas en el parque con el visionado de la ultima película popular acerca del nazismo) fue buena: es curioso, porque generalmente suele asociarse lo maxi con alguno positivo y lo mini con algo negativo, pero en este caso y aplicado a mi, la minisemana siempre se disfruta. Quizás se deba a asociar los conceptos mini (poco) y trabajo, aunque el concepto minitrabajo en Alemania es algo distinto y casi siempre visto como algo no bueno, pero ese es otro cuento... En el mio el jueves fue un buen dia de relajado trabajo, culminado con un paseo en bicicleta de vuelta a casa y una cena a base de falafel y conversación con mis companyeros alemanes de piso.
Y asi se llega al ultimo dia de la minisemana laboral.
El viernes fue similar al dia anterior: en una minisemana aun no siendo ejemplar mi ética de trabajo me parecia poco honroso tomarme el segundo dia de dos para asuntos propios en casa. Aunque el otonyo se desperezaba la temperatura era agradable y paseé de nuevo en bicileta hasta mi oficina, donde laboré hasta que entró la noche. De aquella jornada solo recuerdo el final, cuando el ultimo companyero en nuestra planta se despedia y me sorprendia  buscando en internet el modo mas adecuado para preparar un osobucco de ternera comprado el dia anterior.
Regresé en bici a casa pensando en el mejor modo de cocinar, aunque ya habia encontrado favorito: una salsa en base a verdura (puerro?) y que solo requeria dos horas de mi paciencia, en lugar de las fabulosas alternativas barajadas de 6 y 8 horas de cocción. Preparé unas patatas para acompanyar y una cerveza de trigo. Se hizo tarde pero mereció la pena: pasadas las 10 disfrutaba de mi comida y bebida, mientras los cohabitantes de mi casa se disponian a salir. Con el estomago lleno y el espíritu sereno me encamé conmigo mismo pasada la media noche.
Al dia siguiente tuve que llevar el traje a la tintoreria. Creo que es la primera vez que lo hacia desde que lo compré, hace ya más de siete anyos. Aunque no lo use más de 2 veces al anyo y mi madre posiblemente lo haya lavado en alguna ocasión, seguramente esta haya que buscarla pasadas mas de media centena de meses. Queria hacer algo más en aquel sábado sin resaca, pero tras el desayuno el reloj nos senyaló el camino de salida de la casa, a Susanne y a mi. A Susanne hacia aproximadamente un anyo le habia entregado un  folleto anunciando el I festival del ron de Alemania. Unas semanas después, aun con Pedro cohabitando mi casa volvió entusiasmada, y Pedro y yo prometimos visitarlo el anyo siguente. Aquel sabado, en el que se celebraba la II edición del festival, Pedro tenia visita materna, y mi otro companyero habitual de jornadas ebriofestivas preparaba su boda en el sur de Europa. Así que en el UBahn camino a una nave escondida en algún rincón de Kreuzberg, solo era yo el que preguntaba a Susanne que esperar del dia.
El dia, la jornada, la tarde o como quiera denominarse al periodo de tiempo entre las 14 y 20 horas que pasamos en la pequenya feria de muestras superaron con creces mis expectativas.  Aprendí mucho del ron en las dos pequenyas salas donde conferenciantes animaban a los asistentes a degustar los rones de las islas Mauricio o a entender el porqué del sabor único del Pampero y su proceso de elaboración. Conocimos a dos amigos polacos, barman y amantes de la mezcla líquida, cuando visitabamos un polizonte stand dque compartian un preparador de esencias naturales y un importador de Cachacas Premium; también al joven represante en Europa de una de los productores más importantes de Mauricio (que comercializan un ron de 75°C), la nueva marca de Ron basada en la imagen del Sr. Jeremy, rones de paises que no podría situar en un mapa, a un cowboy americano que dirige una marca de rones y a un grupo de holandeses que traen ron y chocolate (increiblemente adictivo) en barco velero desde Santo Domingo y un buen punyado de cosas que han quedado difuminadas entre efluvios de licor de canya. Lógico, si aparte de un par de centilitros del ron de gradación orujera, anyadimos un par de decenas mas de todo tipo de rones, un aceptable cóctel con naranja natural y Havana Club y uno excelente a base de Blue Mauritius, cardamomo, zumo de limón y mas sustancias secretas. Lógico y autoevidente también que saliésemos del recinto con una gran sonrisa en la cara, abrazados a los polacos y encaminados a un bar cercano donde un amigo de S. musicaba la velada.
Los polacos nos dejaron al poco tiempo, pues volvian al dia siguiente a seguir conociendo la ciencia del ron. Mi amiga queria seguir alli, pero yo corria riesgo de narcolepsia y realicé una llamada a una amiga que no respondió. Cené un hojaldre al estilo turco relleno de espinacas bajo el andén de una estación de metro en las alturas, a la que subí y dije adios a la noche. Bajé en la ultima parada y caminé los 600 metros que me separaban de la posición horizontal.
Creo que hacia mucho tiempo que no me acostaba antes de la media noche un sábado, pero no por ello conseguí despertar antes de las 10 del domingo. Mis otros dos companyeros en la cocina ya estaban despiertos cuando salia, y Fau me convenció para salir al mercadillo a buscar un regalo para nuestra amigo turco a punto de entrar en la treintena la semana siguiente. De paseo de domingo gris encontramos una camiseta adecuada a nuestro propósito, y yo compré una mermelada de ciruela casera para desayunar que parecia tener buen aspecto. Volvimos a casa pasado no mucho tiempo, y haciendo lo de siempre enseguida se me hizo la hora de partir a casa de Pedro para preparar paella. Por caprichos de la selectividad de mi memoria, tras parar en el supermercado en la estación del este hube de volver a mi vivienda, donde preparaban gofres, para recoger algo que olvidaba. Aun así llegué antes a casa de nuestro cocinero que el, y tuve tiempo de entretenerme hablando con algunos companyeros suyos. A causa del retraso del jefe de cocina la preparación del arroz se retrasó mas de una hora, y yo tuve que salir de la casa con tan solo unas buenas muestras de embutido en el buche si queria llegar no muy tarde a la segunda cita de la tarde.
Aun en Kreuzberg pero casi llegando a Mitte me esperaba una representación mas pequenya de lo esperado del grupo ibérico que por alli habita, y que contemplaba ya la segunda parte del clásico balompédico para el que se me habia citado. Hablando del tiempo que hacia que no veia a aquella gente apenas me apercibí del acontecer de un partido que terminaba en empate y que no merecia que me hubiese perdido una paella por verlo. Sin embargo ver a mi amiga Bego y al resto si que lo justificaban, y dado que ellos tambien tenian restos de cena con los que calmar mi hambre, el domingo terminó también de forma satisfactoria. Comenzaba a sentirse el frio al pedalear de vuelta a casa, y Bego y yo nos prometiamos una cena de veteranos a no mucho tardar, y Berlin comenzaba a mostrar su cara otonyal de domingo noche.


jueves, noviembre 01, 2012

Visitas que ya no inquietan

En ocasiones me averguenzo de que algunos temas recurrentemente ocupen mis pensamientos. Soy consciente de que es inutil, futil y contraproducente, pero en esos momentos estas ideas se instalan en mi cabeza y no solo empujan fuera de ella cualquier otro tipo de pensamiento sino también el deseo de que mi cabeza se dedique a otros menesteres.
 La ultima semana de octubre pude enorgullecerme de haberme librado de uno de estos pensamientos, o de haber conseguido iluminarlo con la perspectiva constructiva que nunca deberia apagarse y sacarlo de las brumas autocompasivas y del rencor que parecian apegadas a un recuerdo concreto.
Creo que fue lo mas positivo que me ha pasado en mucho tiempo, y por ello me alegra poder escribirlo con la certeza de que es verdad, sin que un nudo en el estómago senalice lo contrario.
 La manyana del viernes fue casera y activa, nunca pensé que pudiese pasar tan rapido el tiempo limpiando, ordenando y reforzando  finalmente el agarre de todos los posters y postales que colgaban de forma inestable en las paredes de mi habitación. No hubo tiempo para mis ocupaciones ingenieriles, o no quise que lo hubiese, pues entre tocar la bateria y ducharme  llego el momento de recibir a la visita de Holanda de un amigo que venia esta vez con su hermana a ensenyarle la ciudad que abandonó y a la que siempre regresa.
Tras presentarnos y cenar unos sandwich arabes y alabar de nuevo la relación calidad-precio nos juntamos con un par de amigos más en un bar no muy lejano, al que no iba desde mis tiempos de estudiante sin apenas conocidos en Berlin.
Ahora si con mis amigos en la ciudad e incluso uno que ya no está en ella pasamos un par de horas entre humo y sonidos. Luego mudamos la fiesta a otro barrio y terminamos tras decir la contrasenya adecuada en un extranyo bar oculto en un patio donde amigos de un amigo se drogaban, bailaban y celebraban la vida entre ritmos electrónicos y disfrazados de ángeles, otros seres, imaginarios o no o incluso elementos químicos. Con la luz de la manyana regresamos a casa y nos entregamos al suenyo.
Cuando desperté mi amigo y su hermana visitaban el centro de la ciudad y el museo que mas veces he visto en mi vida, y aproveché para felicitar a mi padre por mi cumplenanyos. Me sentí un poco avergonzado por mi inactividad y salí al reencuentro de mis visitantes en bici, y en los callejones ocultos mas famosos de la ciudad tomamos un café y mientras el frio finalmente llegaba a la ciudad y amenazaba con la escala negativa, regresábamos al barrio. Cenamos las mejores pizzas de la vecindad y mientras la visitaba recuperaba fuerzas en el calor de la habitación llegaba la noche y un viejo amigo del chileno. La elección de un bar cercano para tomar una cerveza cercenaba las opciones de salir a bailar y así se lo hacia saber a Pedro, que esperaba noticias nuestras al otro lado del rio, y salia a bailar a algún sotano. Nosotros regresamos a casa y tomamos la cama con mas placer que el nos hubiese proporcionado el mejor de los licores.
Al dia siguiente se cambió la hora, y el dia tenia una hora más. Mis amigos no lo sabian y salieron al mercadillo apresurados, y cuando telefoneé con ellos se soprendieron al darse cuenta de que aun quedaba una hora antes del Brunch con otros amigos. La decisión de regresar pronto a la cama el dia anterior se reveló acertada pues el domingo regaló  a mis amigos un dia modelo de otonyo fotogénico, con el sol descubriendo todas las tonalidades del amarillo que los arboles por estas latitudes pueden tener. Les alcancé paseando en el monumento soviético a sus tropas conquistadoras de Berlin, y caminamos envueltos de otonyo hasta el lugar donde nos esperaba el resto. Comimos hasta reventar en un  antiguo pabellón deportivo (curiosa ironia terminar acumulando calorias en un lugar cómo los que evito ir para deshacerme de ellas) y después se nos mostro que pese al cambio de horario los dias siguen menguando. Después recorrrimos aquel muro de infame recuerdo que se extiende junto al rio entre Ostkreuz y la calle Varsovia, y dejé un rato mas a la visita turisteando entre la multitud.
En casa tomamos algo de chocolate y nos reimos de una anécdota con un cajero automático. El dia terminaba y pedia una película, a Fabi le apetecia y volvimos a usar el proyector de Stefan sin estar el. La película esta vez era nueva para mi y mostraba como el amor sobrevive a la muerte. Al rencor, por suerte se le puede eliminar antes.