viernes, septiembre 19, 2008

Viva el Ramadán... o no

Hay veces que no quiero volver a Berlin. Me pasa cuando vuelvo de casa de mis padres, de las vacaciones del continuo periodo vacío de responsabilidades y fechas, donde no existe el despertador, ni la posibilidad de llegar tarde o hacer algo mal, en esos periodos en los que cada dia al llegar a casa, no necesito pensar en que he de hacer al dia siguiente.

Quizás no es que no quiera volver a Berlin, sino que no quiero volver a mi rutina berlinesa de trabajo. Aunque a esta le acompanyen todas las cosas que aqui escribo, y que no podrian ocurrirme en ningún otro lugar.

Sin embargo el domingo era uno de estos dias. Dejé atrás 30 grados de temperatura, escotes, faldas y cuerpos bronceados, y me topé nada mas llegar a Tegel con cuerpos uniformados de verde y gentes enfundadas en chaquetas y jerseys. El verano se habia ido sin dejar rastro de la ciudad, y en mis ojos cansados todavia se sentia la resaca del sol, los guisquis con cola y el puro habano que fume la noche anterior.
No tuve problemas para recoger mis maletas, subir con ellas a un autobús, que paró estropeado a los 5 minutos, subir de nuevo a su sustituto, cruzar el noroeste, llegar al zoo, subir al tren que me lleva al este, y caminar hasta mi casa, donde por suerte alguien me abrió la puerta.
No pensaba entonces ni en idas ni en vueltas, solo en comerme mi bocata, colocar mi cuerpo en posición horizontal, apagar las luces en la habitación donde ya no entra el sol, y dejar pasar el tiempo hasta que llegase el dia siguiente, cuando mi boca no estuviese tan seca ni mis párpados pesasen tanto, y mi cuerpo y mente estuviesen preparados para afrontar la rutina laboral. Y expecptuando pausas irrelevantes, asi lo hice.
El lunes desperté y el dia era otra vez gris. Sin fuerza mental ni fisica aun para pedalear hasta mi puesto de trabajo, salté la calle a buscar el Sbahn. La calle me recibió con actividad, gente y un frio inusitado. En la otra punta de la ciudad, ya sentado frente al ordenador, reinaba la calma y el silencio, la poca gente con que tropezaba me daba la bienvenida de nuevo, y la jornada transcurrió sin ningún traumatismo. Comenzaba a darme de cuenta que habia vuelto a mi vida, y el reencuentro con amigos en el comedor me hizo ver que también aqui tengo con quien pasar los ratos. Terminé en la Uni ya de noche, y en casa, deshice al fin la maleta, ordené mis cosas y transformé el lugar vació que me encontré de nuevo en mi espacio vital.
Entonces vi que estamos inmersos en pleno Ramadán.. viva!! Viva cuando mis companyeros de piso hacen tanta comida por la noche que pueden incluso invitarme, y me siento con gente a la mesa a comer y a hablar, a contar lo acontecido y lo que está por venir. Aunque aquello fue el lunes noche, y desde entonces no he vuelto a encontrar tanta comida sobre la mesa.
El martes continuó todo como si nunca hubiese tenido pausa vacacional: fui en bici a trabajar, me tropecé con los companyeros de trabajo que aun no habia visto, bromeamos y seguí programando. Las novedades tienen un sabor conocido, casi anyorado, un amigo te cuenta como se acostó con aquella chica casi sin querer, y que ahora se quiere comprar un mercedes. El otro dice por enésima vez que va a comenzar a trabajar, con voz ronca y ojos con rastros de vino.
Y criticamos de nuevo lo que no nos gusta, y hacemos planes para el findesemana. Y apago el ordenador, y voy a jugar al basket. Sudo y corro como nunca, pero perdida mi cabellera parece que he perdido también la precisión. Da igual, lo importante es hacer deporte y juntarme con los amigos. Tomamos un Durum juntos como es habitual, y los cuarenta minutos de vuelta en bici se me hacen mas cortos que nunca cuando regreso por la Torstrasse, dejando atrás el café Burguer y otros lugares que me han hecho querer esta ciudad.
El miercoles al trabajo otra vez sin bici. Creo que voy a ir usandola cada vez menos, sobre todo con este extranyo clima de otonyo, donde las hojas siguen en los árboles aun verdes, pero la temperatura no sube de las 15 pero baja de los 5. Necesito comprarme ya un gorro para la cabeza. Hay reuniones y charlas como de costumbre, nada nuevo bajo el techo del edificio KT, y termino pronto para volver a casa y disfrutar de una tarde libre. La aprovecho para leer el periódico y ver fútbol y mas fútbol, dormitar frente al televisor y hacer la primera compra semanal. Lo que el domingo era una sala y el lunes una habitación, es el miércoles mi hogar.
El jueves me libero de la opresión del despertador, puedo al fin desayunar en casa y permitirme llegar tarde a trabajar. Escucho la radio en el tren, vuelvo a fijarme en las caras de las chicas del vagón sin sorprenderme de su palidez, y planeo otra vez que hacer cuando salga del trabajo.
Escucho música y mas cosas, Mi Valentina sangrienta, mi chaqueta de la manyana, Wilco y al final debo deshechar quedar con nadie la tarde de ayer, porque abandono la oficina mientras mis companyeros cenan una pizza y solo pienso en llegar a nuestra cocina y prepararme algo para cenar. Yo solo y verlo frente a la tele.
Con Radicchio y otras hierbas verdes ya cortadas en un paquete que me venden como ensalada francesa, una naranja, maiz, atún blanco, queso gouda, queso fetta, aceite y un extranyo vinagre de manzana que un invitado dejó en casa, obtengo una ensalada mas que apetecible.
Es ya tarde, hora mas que suficiente para cenar. Enciendo la tele, y disfruto de la ingestión de alimentos. Aún me quedan un rato para ojear blogs y escuchar alguna cosa nueva antes de acostarme, quizás leer un par de lineas del libro del que por fin voy pasando páginas.
Para escribir este post, he tenido que volver a esperar que se haga de dia.


escuchando-> My Bloody Valentine
leyendo-> Ya casi por la mitad de los viajes de Humboldt

viernes, septiembre 05, 2008

5 dias de julio: Toma 2, 3 madrilenyos y un francés

El domingo 6 amaneció soleado, pero yo no me levanté para verlo. Me levanté algo mas tarde, sintiendo intensos dolores de cabeza, sequedad de boca y esas sustancias pegajosas que surgen en los bordes de mis ojos y no me permiten abrirlos del todo.
Pero amaneció soleado, y permaneció asi durante un par de vueltas de aguja de reloj. Cuando desperté al fin pasado el mediodia, el sol aun brillaba en el cielo, y yo subí sobre mi amante negra y completé la ruta hasta las piscinas de la calle Príncipes. Y allí deje que el sol y el agua reconfortasen mi cuerpo tras una nueva noche de alcohol.
Volví a Friedrichshain, y el día volvió a tornarse noche y de nuevo dia. El lunes pasó tambien, sin dejar ningún recuerdo en mi cabeza ni ninguna linea anotada, hasta que volví a casa cuando ya el dia terminaba y me encontraba en mi habitación mochilas y ropas desconocidas.
Al rato aparecía mi desconocida visita: el companyero de mi mejor amigo Berlines durante su etapa madrilenya, el hermano gemelo de aquel y un amigo común de ambos. Trajeron, piercings, tatuajes, simpatía y buen humor. Una de mis companyeras de piso me preguntó si eran gays.
Mientras cenabamos en un restaurante hindú tratando de no dejarnos mojar por la lluvia que volvia a Berlin, y tomándonos unas cervezas despues en el bar socialista-nostálgico de la calle Copérnico, quedó claro que no eran gays, y que eran unas personas muy interesantes y curiosas.
Ellos siguieron visitando Berlin al dia siguiente bajo gruesas nubes que escupían de vez en cuando. Yo pasaba una de mis habituales fases de cansancio y falta de resultados satisfactorios en el trabajo. Me preguntaba una vez mas durante cuanto tiempo puede llegar a afectarme una resaca.
Resaca o no, seguía cansado, casi con síntomas de enfermedad. Además en el trabajo me quedaba hasta tarde el martes, con lo cual renuncié a acompanyarles al concierto de Radiohead en el Wühlheide. Yo volvía a casa cansado, y trataba de descansar mi cuerpo en los colchones de mi habitación viendo algun capítulo más de perdidos. A medianoche mi visita volvía a casa, yo les abría la puerta y les dejaba entrar, y volvía a dormir.
El miercoles seguía lluvioso, pero mi estado físico y de salud mejoraba. De nuevo me quedaba en la oficina hasta tarde, superando las horas establecidas por mi contrato y licenciando este sobretrabajo una escapada nocturna, al fin, sin tener que coincidir con viernes o sábado.
Yo no era el unico con problemas de salud: mi negra amante sufrió un cruce de radios y la caida de alguno de ellos en su rueda trasera, que gracias a la inestimable ayuda de Stefan pudimos sanar en primeros auxilios. Urgía sin embargo, una visita al hospital de bicicletas. Aún lesionada mi bicicleta me acompanyó en la aventura nocturna.
Comenzando con una especie de trivial musical extranyo en un garito francés (d0nde un par de semanas antes habia estado viendo a Nico), comenzó posiblemente la noche mas bizarra de julio. Del local francés donde solo hablábamos espanyol pasamos a otro garito extranyo, regentado y frecuentado por gays, de decoración kitsch y donde continuamos hablando espanyol y con ganas de bailar. Despues de este local nos separamos de parte del grupo principal, y mi visita montada en bici, Juli, un francés con acento catalán y conocedor del indie patrio, y el que suscribe cruzamos Kreuzberg bajo mi guia para llegar a Kotti donde ningún garito abría y los yonkis se inyectaban en las escaleras de entrada.
Deshicimos de nuevo la ruta a las 2 ruedas con Juli subido al portacargas de mi maltrecha amante con cadena, cantando Los Planetas y El cadillac solitario de loquillo. Mas cervezas, baches y una negativa a entrar en el odioso Watergate nos recondujeron al lado de mi casa, donde terminamos la noche tras una de las puertas menos visibles del templo del RAW, escuchando Reagge entre los ultimos cuatro danzanzes entregados al trance, después de tratar en la calle con tratantes de agentes químicos de dudosa procedencia y negros londinenses gays amantes de las chaquetas de cuero.
La noche terminó para mi cuando llegó la luz a la ciudad, aunque algunos de mis visitantes la prolongaron un rato mas. Un par de horas después me levantaba en medio de una llovizna que parecia querer ordenarme una inmediata vuelta a la cama que no era posible. Dejé a uno de ellos desayunando con una guapa y simpática amiga berlinesa, y subí al metro camino de la rutina.
Cuando volví a casa a dormir, ellos se habían ido, y me dejaron una redonda nota de despedia, y una gran sensación, que contemplé brevemente antes de cerrar mis cortinas internas y externas y echarme a dormir.


escuchando-> Reagge en el RAW Tempel
leyendo-> ???