martes, octubre 20, 2009

Boca seca ataca de nuevo

Llegando a casa, pedalenado hacia la medianoche sobre aceras mojadas, las ordenes a seguir parecían claras y resumidas en verbos: beber, acostarse y dormir. Comer podia esperar. Algunas de las neuronas de permiso durante mi vista a la sauna, sin embargo, quiseron organizar un motín.
Pensaba que el calor les habría hecho desprenderse de su tensión, liberando en forma de sudor las ocupaciones desagradables que las mantienen en exceso ocupadas. No fue así y aunque al llegar a casa cerré la puerta de mi cuarto y me acosté, a esta acción le siguió la de encender el ordenador.
Suavemente, como dejandose llevar por un arroyo que se abre camino sin problema entre los valles, caí de nuevo. No comencé a ver ninguna ficción hasta caer dormido, sino que quedé atrapado en la estación orbital de Youtube, dando vueltas al planeta de mis pensamientos siguiendo la ruta marcada por palabras clave que se escribían una y otra vez sobre el espacio reservado para buscar. Y se pulsaba enter y comenzaba una nueva secuencia de imagen y sonido, música, actuación y palabras.
Y entre video y video reflexiones. Lectura de comentarios (seguramente la mejor manera de conocer mentalmente a los cibernautas). Tras una risa, una reflexión tras esta una sonrisa y mientras cargaba otro video me encontraba de nuevo en el lugar que pensaba haber abandonado. Esta vez no dolía estar alli, quizás ya no me alojase en una de sus habitaciones, sino que pasase una y otra vez por sus calles subido a algún transporte dotado de un cristal que me permitiese ver la ciudad sin respirar su aire, sin pisar sus calles, observándola de fuera como espectador o viajante que recuerda un lugar visitado.
No pienso dejar constancia enlazante de los lugares que visité (sobre todo con los directamente relacionados con el incidente que dió nombre al título de la primera película vista el sábado). Lo hago por la misma razón por la que no lo hice en el último post, y es por seguir dejando a mi payaso en el hiperespacio actuar por libre, lejos de influencias del circo web que le rodea y del que es al mismo tiempo espectador, admirador y estudiante, y al que tanto teme.
Me fui a la cama después de ser una vez más voyeur de la sociedad, de ver su mirada y mirarla a ella al mismo tiempo, sin tensión y sin miedos, con el cuerpo al fin lo suficientemente cansado como para pedirme suenyo y la mente ocupada en sus asuntos.
Ayer lunes desperté y me encontraba cansado, mucho. Mi boca seca, pedía agua. Mis ojos leganyosos pedían volver a ser cerrados, y mi cuerpo pedía seguir abrazado por tejidos y en posición horizontal. El cuerpo le ganó una prorroga a su partido matinal con la responsabilidad, y seguí por un rato en la cama. Hasta que al final, la luz que entraba entre las semicerradas cortinas me hizo recordar que el dia avanzaba, y de pronto recordé que tenia varias citas concertadas para la manyana que pasaba su equinocio. Desayune fugazmente y llegué en tiempo casi record a la universidad. De camino, el cielo cambió su color encapotado por un azul extranjero en Berlin, y mi cabeza comenzó a gritarme en forma de baqueteos que algo en mi organismo no funcionaba bien.
Esta vez no podía ser resaca, el sábado no había tomado mas alcohol que un baso/veso de buenas noches de color tinto. Ni el sábado ni domingo hice mas ejercicio que el de transportar mi cuerpo en bicicleta de una posición horizontal a otra, con alguna que otra parada sentado. Pero mi cuerpo estaba cansado, y mi mente no quería hacer nada. Solo recordarme la mirada de la noche anterior al mundo. Y hacerme ver que no me gustaba.
No había ni rabia ni ira esta vez, ni ganas de golpear a nadie, derramar un sendero de lágrimas o escuchar un loop interminable de canciones melancolicas.
Nada más que una convicción agria, una cadena lenta e inexorable de deducciones buscando una conclusión de la que previamente ya me habia convencido. El mundo era un lugar injusto y sin compasión, absurdo e ilógico y su presidenta, o la ama de llaves de su pensión, la sociedad, no tiene habitación libre para mi. O si la tenía era en un armario, encasillado, clasificado y apilado junto a otros que consideraba similares a mi, en una biblioteca social de la que no creia formar parte.
Mientras tanto lograba en mi despacho reunirme con la gente con la que tenía previsto hacerlo. Irónicamente, todas las reuniones terminaban satisfactoriamente, mi yo profesional cumplía su función sin incidentes, y tras las puertas y ventanas del instituto el sol comenzaba a brillar.
Dejaba atrás el atrás cada vez mas cansado y con ganas de dejar a mi cuerpo ser tomado literalmente por la enfermedad. Esta vez capitulaba al virus sin enfrentarme a el, sin estridencias y sin ofrecer resistencia, saboreando en mi boca cada vez mas seca el cianuro de mis agrios pensamientos sin la menor pizca de dolor.
En casa dejaba tras de mi puerta la comunicación con el mundo exterior, tras de las cortinas la luz que trataba de iluminar mi balcón y devorando los ultimos pedazos de pollo asiático y arroz frito, el poco apetito que la enfermedad se encargaba de quitarme.
Abrí mi cama y me dejé abrazar por el cansancio, dando al virus voluntariamente el control de mi suenyo, mis músculos y mi pensamiento. Una vez en posición horizontal el tam-tam recuerdo de la presencia del virus en mi se hacia mas leve.
Y asi pasé el resto de la tarde, entre vigilias y suenyos, febrilmente libre de preocupaciones, libre para escribirle una carta indignada al redactor de "La sociedad".
Por momentos debí creirme demasiado todas las predicaciones de platónicos, cínicos y todos los que les vinieron detrás. Pensando que solo en mi busqueda interna lograría encontrar la verdad, la felicidad y todas las ideas, esencias, inmutables y universales juntos con los que todos ellos designaban a lo que es y será, está y estará y solo su hallazgo nos hará ser felices.
Las neuronas de la rebelión del domingo noche seguían enviandome flechas con mensajes enrollados en torno a ella, opiniones de gentes, consejos y experiencias. Voces e imágenes de gente contando como fueron ellos y cómo cambiaron, como comprendieron a la sociedad y la dominaron, como cabalgan ahora al frente de la ola. Pero ayer, entre febril y debil, sojuzgado mi lado animal, me reia de todas ellas, y de las que esperan un cambio en mi, una adaptación a la sociedad. Porque tan solo la parte de mi que puede ponerse en erección la desea.
Y ayer por la noche, cuando me acostaba mandaba al mundo a tomar por culo, a todos los que me piden seguir la corriente de la superficialidad, el egoismo y el ritmo marcado por la sociedad del siglo XXI donde solo cuenta el éxito, independientemente de en que, por qué, para qué o cómo.
Cuando anoche me acostaba y apagaba la luz para no encenderla más, lo hacía demasiado debil como para enfrentarme al mundo y luchar, demasiado ocupado en buscar un por qué para mi trabajo como para trabajar, y demasiado debilitado por la enfermedad como para sentarme al teclado y escribir estas líneas.
Esperaba despertar esta manyana libre del virus y escribirlo todo, pero de nuevo me equivocaba. Desperté y miré el reloj, había dormido quizás 10 u 11 horas, pero seguía agotado. Trataba de alejar la sequedad de mi boca bebiendo, me levantaba y llamaba por teléfono solamente para decir que volvía acostarme. Y como la tarde anterior, esta manyana transcurrió entre vigilias y suenyos, entre simbolismos y vacios.
Comí algo pasado el mediodia y me mediqué. Los pensamientos siguen sin dolerme, y el tipo enviado por el virús a mi cabeza no se cansa de tocar el tambor. Desperté en algún momento solo para seguir sonyando en cabezás ajenas, con ficciones televisadas, novelas y melodías y ritmos electrónicamente amplificados.
Y en algún momento, vi, que enfrentado a la sociedad o no, solo podemos vivir y ser en ellas. Ni tu, ni yo, ni el filósofo o predicador que nos/se piden el abandonarlo todo y vivir de lo mínimo. Porque nunca podrían haber llegado a esa conclusión de no haber vivido en una sociedad, de no haber formado parte de ella. Porque si no se vive en ella no puedes saber si es agradable o no. Y no puedes saber si quieres formar parte de ella, dejarte transformar por ella, transformarla, destruirla o abandonarla.
Ayer me sentía con ganas de no saber nada de ella ni de lo que me pide. Luego me he dado cuenta, de que la mayor parte de las cosas que amo y me hacen feliz se deben a ella. Sin ella no habría ni música ni arte, ni poesía ni épica. Tampoco habría dolor ni guerra, ni enganyo, ni mentira.
Quizás alguno quieran ver valores eternos bellos y universales que están antes de la sociedad, y que esta solo refleja, pero sin ella nunca seríamos capaz de ver su brillo. Al menos yo. Y sin los seres que cantaron, escribieron, o pintaron lo que ellos quisieron, no podría yo nunca haber llegado a admirar su obra.
Y sin conocer a las personas que son mis amigos saber valorar lo que es la amistad. Sin haber conocido a esa persona que creiste era especial para ti conocer el amor.
Entonces, en algún momento me sentí algo mas fuerte, terminé de ver ficciones y quise levantarme y escribir lo que habia pensado. Terminar al fin de ordenar mis pensamientos para poder volver a tener ficciones propias.Hacerle cara a la enfermedad, levantarme e ir manyana a trabajar porque creo que puede ayudar a alguien. Y dejar que el tiempo pase para poder seguir escribiendo la historia de mis dias, y mostrarme a la sociedad tal y como soy. Quizás dejarme tranformar por ella cuando crea que asi está bien, pero tambien mandarla a la mierda de nuevo cada vez que me vuelva a parecer injusta, egoista y absurda. Y quizás, aunque sea de una forma casi inperceptible, hacerla un poco menos asi.


escuchando-> Wilco, Impossible Germany
leyendo-> Tokio ya no nos quiere, Ray Loriga

lunes, octubre 05, 2009

Buscando mi otra zapatilla

Pensaba que el ir a la sauna el dia anterior me habria preparado física, pero sobre todo psicológicamente para una nueva semana de trabajo, pero no fue asi.
Cuando desperté el lunes por primera vez, entre suenyos con ex-companyeras de colegio renegando de Berlin y locas por ir a Italia y empresas que me despedían con empleados trabajando en banyador, eran las nueve de la manyana. Desperté por un momento pero volví a dormir, obligado por un suenyo que envolvia mi cuerpo y no me dejaba levantarme. Desperté de nuevo pasadas las 10, y en algún momento me levanté finalmente de la cama. La sauna me habia relajado si, despertaba lentamente y desayunaba con calma, pero no habia logrado apaciguar la tormenta de pensamientos autotorturantes que me asaltaban desde el dia anterior.
Quizás habia logrado el calor relajar tan sólo mis musculos y carne, pero habia fracasado en su intento de relajar mi mente. Asi que alli me encontraba de nuevo, un lunes desayunando en mi escritorio pasadas las 10 de la manyana, con frio en la calle y nubes en el cielo y en mis pensamientos. Pero como ya me habia propuesto el dia anterior no iba a dejarme dominar por mis ideas obsesivas, y pensé que aquel lunes era un buen día para comenzar a hacer deporte.
Cargué en mi mochila junto a mis libros, notas y cálculos y todas las publicaciones científicas que paseo a diario entre la universidad y mi casa ropa de parte, una muda, una toalla, gel y mis gigantescas zapatillas de baloncesto ochenteras en azul celeste y blanco. O más bien traté de hacerlo, porque estás últimas no encontraban espacio en mi mochila y tuve que transportarlas en una bolsa roja que enganché de alguna manera al portabultas trasero de mi bici.
El dia era gris y yo atravesaba las avenidas grises de Frankfurt y Bajo los Tilos. Era lo suficientemente tarde para que todos los turistas ya hubiesen tomado las calles, a pesar de comenzar ya la segunda semana de octubre. Tuve que esquivar turistas y rodear la puerta de Brandenburgo aun tomada por los servicios de limpieza y el personal que desmontaba el escenario y la feria montada para la feria de la unidad alemana. De cualquier modo mi mente era de algún modo ajena a todo lo que me rodeaba, entretenida y entregada a su tarea de reconstrucción mental de mi vida, agobiada por la sensación recurrente de no saber hacer otra cosa que perder en asuntos sentimentales. Cuando tan siquiera estos aparecen el horizonte. Pese a tratar de no hacerlo, era incapaz de salir de mi espiral autocompasiva. E irremediablemente volvía al asunto que habia hecho explotar el almacén de insatisfacciones de mi corazón por los aires, la polvora que en forma de saliva, alcohol y cuerpos entrelazados habia esparcido pedazos de mi alegria y autoestima de extremo a extremo de Berlin, desde los bloques clónicos de Marzahn a las villas testigo de la historia junto a Wannsee, mirando unos a Chile y otros a Polonia. Y aunque trate de convencerme de lo contrario, nunca conseguiré reunirlos a todos y hacer que el puzzle sea exactamente igual a como era antes, y en algun momento alguien me encontrará buscando en una esquina de Karshorst los pedazos que el tiempo quiere volver a unir pero la memoria le impide. Lo que nadie me impide es hacer propósitos, como el de esta linea y la siguiente de no volver a escribir sobre el incidente. Aunque el lunes en medio del Tiergarten mi corazón siguieses preguntándose como pudo mi amigo hacerme algo así, y tirando por tierra todas sus explicaciones: si tan claro era para el que yo tenia ese problema, que asumo y afronto, que clase de amigo te abandona ante el, y hace inconscientemente la acción suya que mas podria dolerme en ese momento. Y aunque en un esfuerzo logre entender su falta de atención, como explicar su indiferencia antes las consecuencias, su falta de acción por evitar que nuestra amistad se rompa?
En esos momentos pasaba por encima de una cubierta de protección de cables, y mi bolsa con las zapatillas de basket caia a la tierra aun húmeda. Tras recoger la bolsa me di cuenta de que ya no era la bolsa de las zapatillas sino la de la zapatilla: la zapatilla derecha habia caido en algun momento de mi recorrido. Dudé entre abandonar la zapatilla perdida en medio de Berlin y regresar a una busqueda casi sin esperanza, pero al final decidi enfrentarme a 3 kilómetros de calles asestadas de turistas y mi mal fario. La búsqueda tomó un significado simbólico, el de mi resistencia a la adeversidad y al aceptar el no poder continuar por el camino marcado. Tras dejar atras las calles de bailarines de break dance, Starbucks y ostentosos concesionarios-escaparate de todos los fabricantes de automoviles conocidos, encontré mi zapatilla casi al comienzo de mi ruta, tirada y aparentemente sin rastos de maltrato en una estrecha franja de cesped entre el carril bici y la calzada, en el segudo tramo de la avenida de Frankfurt viniendo desde Alexanderplatz, nada más dejar atras la plaza de Strausberg.
Quizás al final habian ejercido efecto en mi las lecturas acerca de los epicureos y los estoicos, entre entrada y salida de los vapores calientes la noche anterior, pero mi voluntad hacia firme su propósito de ser feliz pese a los inconvenientes. Pese a no lograr liberarme de las ideas que me asaltaban.
Llegué a la universidad pasadas las 12, cuando no había casi nadie, asi que no tuve que dar explicaciones del porque de mi retraso y continué trabajando de alguna manera concentrado hasta llegada la noche, haciendo tan solo la obligada parada para comprarme la ya habitual ensalada para comer frente al ordenador. La noche y Tunc me esperaban a la salida del trabajo. Como era de esperar un nuevo inconveniente me esperaba, ya que el grupo con el que pretendiamos jugar al basket no lo hace los lunes por la noche como yo pensaba, sino los martes, como recordé solo después de una llamada telefónica a Danititotiro. Asi que me despedí de nuevo de Tunc sin haber jugado a baloncesto, pero al menos hice algo de deporte de vuelta a casa, pedaleando con mi bicicleta aun sin luces desde Moabit hasta Friedrichshain, en una ruta similar a la vuelta del dia anterior, que traté de hacer diferente por evitar la rutina, cruzando asi de nuevo calles para mi aun casidesconocidas entre el Mitte gubernamental y el festivo, en zonas donde no sabria decir que clase de gente vive, en una combinación extranya de edificios socialistas y pre-guerra, supermercados clásicos y tiendas hip. Bio-discounts, galerias de arte y videoclubs para entendidos, hasta pasar de nuevo por delante de mi querido Kaffe Burguer y regresar a territorio soberano.
En casa vi las noticias alemanas, las espanyolas y un par de capítulos de heroes antes de volver a dormir.
El martes por alguna razón que no sabria explicar, quizás por los caprichos de mi ánimo, volvia a sentirme bien. Fui a trabajar como acostumbro pasadas las 10, y entre programa y programa en el trabajo pensaba en como continuar mi vida y encontrar mi metáforica zapatilla perdida una vez hallada la real. Hablaba con mis companyeros y con J, y decidiamos salir a comprar el una guitarra eléctrica y yo una nueva lampara para mi bicicleta. Nos encontamos a las 19h en Alexanderplatz, que envuelta en niebla y de noche transmitia una inexplicable belleza. De allí fuimos a Prenzlauer Berg, el barrio que hace meses que no piso pese a ser mi preferido para el otonyo. Quizás deberia volver a hacerlo ahora. Su tienda de guitarras estaba cerrada, pero yo encontré al fin la lampara para mi bicicleta. Tomamos un perrito en la calle y luego pasamos una tarde perdida de esas que extranyaba en uno de los bares que frecuentaba cuando aun era un pseduoerasmus que salia con erasmus por Berlin. J me propuso proseguir la noche en Neukölln frente a un par de cervezas, pero de pronto, comenzo a dolerme la cabeza y a sentir solo ganas de volver a casa encender una pantalla y embobarme hasta dormir.
Con todo el dolor que siento cuando noto que mi cuerpo envejece y el cansancio me hace cada vez mas mella, di esquinazo a J en Alexanderplatz, me dirigí hacia Friedrichshain, me compré un Döner con una carga extra de carne, me senté frente al sofa de mi casa y cerré los ojos. El cansancio no me abandonaba, y J me escribia por internet tratando de convencerme para salir. Le ignoraba, terminaba mi Döner y los capítulos de Heroes que me quedaban de ver de la tercera temporada de Heroes. Motivado por la epicidad y los buenos sentimientos clásicos en el comic americano que adoraba y aun gusto de devorar, me fui a dormir y a esperar que mi cansancio pasase.
El miercoles, dia siguiente todo volvió a funcionar con normalidad. La unica extranya y característica de la semana eran mis despertares entre desconcertantes suenyos. Las habituales sesiones de charla de los miércoles hacian pasar el dia mas ameno, y comía aun al aire libre con Detlef y una estudiante francesa. Terminada la jornada, ya de vuelta en casa, el cansancio volvia a hacer mella en mi. Mentalmente sin embargo seguia con ganas de hacer cosas. Me echaba una minisiesta ya casi de noche y me ponia a la tarea de reparar mi bicicleta, después de haberle dado un rato a la bateria y haber perdido el tiempo con chats y fotos por internet. Pasada la media noche terminaba de reparar (o al menos hacer operable) mi bicicleta. Tomaba una pizza de medianoche en la abarratoda pizzeria 24h de la Simon Dach, y me acostaba de nuevo inquieto después de haber visto durante la cena un documental sobre los alemanes y sus costumbres sexuales.
El jueves llegó sin la resaca que acostumbra a acompanyar a los miercoles que salgo, y en parte me sentó bien. Fui al curro, trabaje y volví. En casa no habia nadie, y yo seguia sintiéndome de algun modo cansado, asi que llegué a casa ya con un kebab en la mano dispuesto a cerrar la puerta al mundo. Encendí la tele, dispuesto a pasar el resto de la noche ajeno a todo. Me entregué al cine alemán mas sencillo y sincero. Sincero y comercial, pero sin pretensiones, lo que necesitaba en una semana donde hasta mi mente queria descansar. Dicen en aleman que el placer de ver las desgracias ajenas es uno de los mas grandes, y yo odio esta frase. Sin embargo no puedo negar que es a veces reconfortante de vez en cuando que uno no esta solo en las miserias humanas, que todos somos en el fondo un poco tontos del culo (Vollidioten).
Y si se que es una peli comercial y un actor detestado por muchos aqui en Alemania, pero consiguio por fin que me acostase con una sonrisa en los labios.

escuchando-> PJ Harvey, Badmouth
leyendo-> ecuaciones y ecuaciones